De cara al horizonte: abril 2010

martes, 20 de abril de 2010

Una luna cotilla

La nana comenzó a salir del alma, de su alma, de un alma dolorida. Las notas recorrían el gélido aire y, heladas de frío, llenaban la oscuridad de la noche. El niño lloraba, lloraba sin lágrimas, y llorando a la luna asustaba, que temerosa ahuyentó a las estrellas. Tanto se asustó, que se escondío tras una puerta circular, y de ella sólo se veía asomar la cabeza en forma de media luna. Mientras, el dolor seco del niño se unía al sufrimiento húmedo de las lágrimas de su madre. La tierra bajo sus pies tembló de frío y de compasión. Los árboles dejaron caer una hoja en señal de luto y los pájaros volaron lejos, allá donde su recuerdo se perdía entre las nubes. Solos, la madre, el niño, la luna y la nana. Una nana para dormir, para descansar, para, quién sabe, quizás despertar. Una nana llena de amor, de dolor, envuelta en frío y oscuridad. El niño fue cediendo, y poco a poco cerró sus párpados. El llanto y la nana, juntos se extinguieron. El campo y la luna, el cuándo, el dónde y el cómo se precipitaron al vacío tras un brusco punto y final. Un párrafo que nunca existió. Un recuerdo emborronado por el frío. Un amor que duró por los siglos de los siglos. Una nana para dormir, una nana para llorar. Una nana para acabar. El día ha llegado a su final. Y la luna todo lo arropó con un inmenso manto de estrellas.