De cara al horizonte: marzo 2011

lunes, 28 de marzo de 2011

La cotilla de Sandra

Antes de ayer se levantó, desayunó, se vistió, fue al trabajo. A medio día bajó a comer un bocadillo de tortilla con la cotilla de Sandra, volvió al trabajo, llegó a casa, se descalzó, se echó en el sofá, encendió la tele, se preparó la cena, se la comió, se puso el pijama y se acostó.
Ayer se levantó, desayunó, se vistió, fue al trabajo. A medio día bajó a comer un sándwich mixto con la cotilla de Sandra y con Juan, volvió al trabajo, llegó a casa, se descalzó, se echó en el sofá, encendió la tele y puso música, se preparó la cena, se la comió, se puso el pijama y se acostó.
Hoy se ha levantado, se ha quedado mirando el armario, ha tirado las faldas y los tacones por la ventana, se ha puesto unos vaqueros y unas deportivas y se ha largado a hacer de su vida algo mejor. Quizás no coma durante semanas, no tenga donde dormir, pero saber que está buscando algo que la haga feliz alimenta los sueños de los que realmente quiere vivir. Hoy la cotilla de Sandra le dará la tabarra a Juan, porque Andrea se ha ido a vivir su vida. Pobre Juan.

lunes, 14 de marzo de 2011

La búsqueda

Sigue buscándose a si misma. Pero no se encuentra. Ha mirado debajo de las piedras, detrás de las cortinas, pero de ellas sólo han salido moscas perdidas deseosas de liberarse de su cárcel de hilo.
Y ya no sabe dónde mirar. De hecho, casi ya no sabe ni qué buscar. Abatida, se desploma en el sofá y cierra los ojos, quedando a merced de los sueños.

Hace frío, mucho frío, y algo de viento, que cada vez es más fuerte. Y cada vez más, hasta que le silba tan fuerte en los oídos que decide despertar. Y al abrir los ojos, el horror la consume. Su sofá está en el centro de un montón de escombros de lo que antes era su casa. El viento parece querer llevárselos consigo. Ella, asustada, se aferra a lo único que le queda, al dolor de la pérdida, pues eso le hace sentir que alguna vez tuvo algo. Cuantas más tablas de madera intenta acumular en su sofá, más se astillan sus manos, y más enfurecido el viento aulla. Al final, el agotamiento puede, y se deja a merced del tiempo. El mar ruge, grandes olas batallan por ser la más grande, por ser la más temible, y en su batallar, salpican su rostro. Entre tanta lucha, ella se sienta resignada a contemplar lo inevitable. Y tanta es su calma, que el cielo se contagia y entre las nubes se cuela un intenso rayo. Las olas se amansan y el viento se cansa de tanto soplar. Contenta, se echa en el sofá, disfrutando del sol y del olor a madera y sal.

Al despertar, su casa está donde siempre, y en el centro su sofá. Pero ya no busca nada porque lo acaba de encontrar. Tanto buscar bajo rocas y entre cortinas y se encontró al soñar. Fuera, las gaviotas planean en silencio, pues no la quieren despertar, buscando una sardina descuidada que se asome a curiosear.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Jaque mate

En un suspiro sus recuerdos perecieron. El cielo se volvió negro y lloró, encharcando el suelo, ahogando las almas tristes de aquellos que permanecieron contemplando desolados como la vida se iba sin mirar atrás, sin decir adiós. Cuánto dejó por el camino, cuánto se llevó con él. En la tierra aún son visibles las huellas de cada paso, cada latido, cada momento que su corazón siguió el frenético baile de la vida sin pensarlo, sin cuestionarse el cómo ni el por qué, mientras la razón lo enmarañaba todo y lo convertía en un indescifrable enigma, en un ejercicio de lógica, en una partitura de interminables notas y silencios. Todos a su alrededor se esforzaron por esbozar una sonrisa, por borrar las lágrimas que emborronaban los mil y un cuadros que cada uno conservaba de tantos y tantos momentos. Todos sintieron cómo se desgarra el alma, como supura el dolor, como la muerte hiere sin piedad pero deja tras de si el alivio del amor, que sigue presente aun estando ausente los jugadores de esta larga pero perecedera partida de ajedrez. Aún resopla el rey derrotado mientras los peones se preparan para volver a la lucha.