De cara al horizonte: enero 2010

domingo, 31 de enero de 2010

Fotos antiguas

Quiso luchar, quiso respirar, mantenerse agarrada a la vida, suplicar, pedir piedad, clemencia. Quiso vivir, vivir más, vivir para ver, para contar, para sentir. Pero se ahogaba, no podía mas. Sus pulmones cedían, su corazón se agotaba, y todo se volvía oscuro. Y pensó que las rosas eran bellas, pero sus espinas derramaban sangre ajena, y pensó que la mar era hermosa, pero tomaba para sus abismos vidas que no le pertenecían, y se acordó del amor y del odio, de la vergüenza y del atrevimiento, de cómo sonaban los pasos de una persona paseando pausadamente por un museo, del olor de la tierra mojada, de cómo lo bueno y lo malo hacen reir y llorar, de lo que le gustaba meter la mano en el bote de alubias, como si la sumergiera en un agua del cual podía sentir todas y cada una de sus gotas. Y quiso recordar tanto, y las rosas se apoderaron de tanta sangre, y el mar quiso acaparar tanto, que el cielo se hizo negro, la luz desapareció. Angustia, desesperación, sufrimiento, agobio, impotencia, cansancio. Paz.
Y la vida se convirtió en una fotografia de color sepia.

domingo, 24 de enero de 2010

La salida está por otro lado

Del gris pasó al gris plomizo, luego al gris oscuro y, sin saber cómo, de buenas a primeras, se topó con el negro. Un negro oscuro, denso como el petróleo, áspero como el carbón. Luchó, luchó por encontrar un punto de luz, una mínima esperanza para perseguirla hasta el final. Peleaba con brazos y piernas, con toda la furia de la que era capaz, intentando zafarse de tan descabellada oscuridad. Pero se cansó. Se rindió. Su cuerpo, su alma y su corazón dijeron "basta", y él tuvo que obedecer inevitablemente. Y al relajar todos y cada uno de sus músculos, de sus nervios, al tumbarse en medio de la espesa negrura, al dejarse hundir en la miseria, aceptando que nunca encontraría la salida, un punto de luz se iluminó bajo sus pies. Al principio, pequeño y apenas perceptible. Poco a poco, se fue agrandando, hasta que se convirtió en una rasgadura inmensa en medio de la oscuridad que lo envolvió y lo cegó. Y al abrir los ojos de nuevo, respiró aire fresco por fin. Entonces deseó haberle quitado las anteojeras al burro antes de empezar a trotar.

jueves, 21 de enero de 2010

A punto de embarcar

Y se despidió. Se vió a sí mismo alzando la mano y observando con tristeza cómo el barco zarpaba, lentamente alejandose del puerto. Y sintió cómo atrás dejaba sueños, esperanzas, proyectos. Un jarro de agua fría, fría como el día, como la mañana de la despedida, cubierta de nubes de azúcar caducadas, grises y sucias, aireadas por el viento soncón que quiso hacerse pasar por ligera brisa. Triste, desoladora, incierta, blanca estampa. El barco se alejó cada vez más deprisa, huyendo angustiosamente de las cuerdas que lo ataron a tierra. Y al darse la vuelta, miró hacia la proa. Y las nubes de azúcar se convirtieron en negras, el viento se quitó el disfraz y rugió con fuerza. Pero al avanzar, al lado del timón, se encontró con pintura rosa y azúcar de cáñamo para la nube, y un chubasquero para el viento y la lluvia, que comenzaban a arreciar. Una ola de fría sal lo cubrió todo, y sudoroso, se despertó, volviendo a la realidad. Las nubes aún eran grises, y el comienzo del camino estaba a un paso. Y se vió a si mismo ante el barco que iba a tomar, como el pintor que sueña una pintura, como el mentiroso que huye de la verdad. Se encontraron de sopetón, él y el barco. Tembloroso enfiló la pasarela de embarque con las maletas llenas de moho y un trapo en los bolsillos. Y al poner el primer pie en la madera húmeda pero resistente, supo que la batalla estaba perdida, pero la guerra aún estaba abierta.

jueves, 14 de enero de 2010

Una burbuja grande y brillante

Y la burbuja estalló, salpicándolo todo de brillante sangre escarlata, disparando lágrimas a las paredes que dejaban en ellas un sendero rojo a su paso, absorbiendo el frío que fuera hacía, que dentro no se notaba. En mil pedazos quedaron las rosas rojas que pincharon el agua pomposa, en secas manchas las lágrimas del corazón desilusionado. Vívida imagen de un antes, de un presente, e incierto papel para colorear el futuro. Sonido sordo, seco, doloroso y llamativo. Los pájaros espantados echaron a volar en mil direcciones. Las ramas del árbol se balancearon tímidamente, despidiendo desoladas a las aves huidas. Llega la noche, la calma asustada. Al amanecer, alguien observa cauteloso por la ventana si los pájaros vuelven a cantar posados en las ramas del melancólico y desolado árbol.