De cara al horizonte: 2009

miércoles, 30 de diciembre de 2009

Que más

Mi habitación llora, derramando lágrimas oxidadas. Lo hace siempre que el cielo está gris. Dentro, su alma está fría, helada. Todo en ella se humedece, se dobla, se rompe. Todo entra y todo sale, pues la puerta no cierra bien. En ella habita un espíritu que vuelve al regresar, al volver, al recordar. Y ese espíritu lo inunda todo de tristeza, de impotencia, de desgana y frustración. Y al volver, un camino hacia el hielo, a dejarse caer y arrastrar por las aguas que algún día llegarán al mar sin pena ni gloria. Losas que caen, unas encima de otras, exprimiendo el jugo de la verdad oculta, que saldrá furiosa y devastadora al regresar. El sendero está marcado a fuego en la tierra. Salirse de él tiene un precio, uno muy caro que quizás no todos podemos pagar. Y al llevarme las manos a los bolsillos...

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Pause




Puede que encuentre el momento y la razón para darle al play. Puede que no. Hace frío.

viernes, 4 de diciembre de 2009

Gracias

Hay veces que uno se cansa de empujar. Momentos en los que te falta el aire, en los que notas que no puedes seguir más. La vida pone obstáculos, trampas que a veces nos superan, nos vencen. En esos momentos, cuando sientes todo perdido, hay alguien que te dice: " Recuerda que lo imposible es sólo aquello que es un poco más difícil de conseguir"
Gracias mamá.

jueves, 19 de noviembre de 2009

Stop and go

Llegué con la mochila cargada, a rebosar. Quise encontrar un asiento para acomodarme y abrirla, observar detenidamente su interior, todo cuanto contenía. Pero no lo encontré, asi que la tiré en cualquier lado. Cuando lo encuentre, recogeré la mochila, le sacudiré el polvo, y la abriré. Probablemente el contenido a analizar habrá variado ligeramente, pero aún así, siempre debe uno saber qué carga a sus espaldas.
PD: Si alguien encuentra la mochila, le ruego encarecidamente que no la abra. Gracias.

viernes, 13 de noviembre de 2009

Sin pausa pero sin prisa

Imagina, por un momento, que vivieras lo mismo que una mosca. Imagina que tienes sólo un día para hacer todo lo que harías en ochenta años. Tus primeros pasos, tus primeras palabras, los bocadillos de crema de cacahuete y de paté de tu madre. La madurez, empezar a conocer el mundo, a comprenderlo, a ser partícipe de él. Tu grupo de amigos, tu primera vez en una discoteca, la primera vez que llegas más tarde de las doce de la noche y piensas que has dado un gran paso. Tu primer amor, tu primer beso, tus sueños y expectativas, tus amistades, tus desamores, tus discusiones. Tu vida universitaria, tu carrera, tu primer trabajo. Tu boda, tus hijos, los primeros pasos de tus hijos, los bocadillos que les preparabas. Su grupo de amigos, la primera vez que llega tarde a casa y estás preocupado. Su primer amor, sus sueños, sus expectativas. Verlos crecer y comenzar a comprender el mundo, a querer cambiarlo. Imagina la de cosas que no podrías hacer por tener un sólo día para hacerlas. Ahora respira hondo, vuelve a la realidad. Tienes toda una vida por delante. Reflexiona, piensa si merece la pena perderse todas estas cosas por no seguir hacia delante, por no luchar, por sentarte en la orilla y ver el agua correr hacia el mar. No permitas que unas pocas sombras tapen el sol, no dejes que unas cuantas noches sin estrellas te priven del privilegio de ver la luna. Adelante, deja de leer y comienza a vivir. Sin pausa pero sin prisa.

lunes, 12 de octubre de 2009

Caminante no hay camino

Las lágrimas querían brotar, delatadoras, pero Pablo las encerró en contra de su voluntad. No era la primera vez que Pablo miraba atrás, echando un último vistazo a todo y a todos los que le rodeaban, intentando retener una imagen perfecta, como si de una fotografía se tratase. Un retrato que regresaría a su mente en las noches en vela en las que añoraría todos aquellos recuerdos, recuerdos que evocaría una y otra vez hasta el agotamiento, cuando el cansancio venciera a la morriña y sus pensamientos se perdieran en la fría oscuridad de la noche. Pablo dejaba, otra vez, todo atrás para empezar de nuevo, para adentrarse en una nueva aventura. Se sentía como una gallina ciega a la que desorientan una y otra vez después de que con esfuerzo consigue encontrar el norte. Abandonarlo todo, volver a crecer en otro lugar. Su corazón y su alma comenzaban a hacerse de hierro a base de bien. Pero dentro de la melancolía y el miedo a volar solo de nuevo, Pablo sentía que, otra vez más, la vida cambiaba, su vida cambiaba, él cambiaba su destino. Sabía que era una nueva oportunidad para aprender, explorar, continuar el viaje de forma distinta, llenando poco a poco el saco de experiencias que, llegado el momento le brindarán la satisfacción del esfuerzo y la voluntad, el ímpetu y la fuerza. Dentro de la tristeza Pablo se sentía afortunado. Para bien o para mal su vida cambiaba, su destino tomaba un rumbo distinto, que correcto o no, le hacía sentir vivo. Mejor es poder tomar el timón del barco y decidir la ruta, la del éxito o la del fracaso, ambas buenas al fin y al cabo, que dejar la vida pasar sin pena ni gloria, como una rosa a la orilla de un río, mientras el tiempo le arrebata segundos de una existencia inexistente, hasta que irremediablemente se marchita y se muere sin llegar nunca a ser consciente de que hubo un tiempo en el que disfrutó de la magia de vivir. Una vez más, Pablo miró atrás, fijó su vista en el horizonte, agarró sus maletas y comenzó a caminar. "Caminante no hay camino, se hace camino al andar".

La vida es para quien la vive.

domingo, 13 de septiembre de 2009

Camino arriba, camino abajo.

Cuando Marina se dio cuenta de que le faltaba su pendiente, inició sin dudarlo un largo camino en busca de tal preciado objeto. La angustia le nublaba la vista y apenas era capaz de recordar lo que escasos segundos antes había hecho, dicho o pensado. Nerviosa y ofuscada, siguió desandando lo andado, echando de vez en cuando un vistazo a los sitios susceptibles de ocultar el pendiente. Después de llegar hasta el último punto donde recordaba haber tenido entre sus manos el susodicho objeto, se dio la vuelta resignada, mas anduvo ojo avizor por si se daba la milagrosa aparición del pendiente. Pero cuando llegó al punto del que partió, al punto donde todo empezó, donde se percató de tan desagradable ausencia, la angustia se convirtió en tristeza, la esperanza en desesperación y la vitalidad en resignación. Abatida y desconsolada, Marina continuó su camino sin ni si quiera darse cuenta de que el pendiente desapareció en el momento en que la angustia invadió su cuerpo, pues este permaneció siempre en el sitio donde todo empezó y acabó, donde azarosamente el pendiente cayó al vacío irremediablemente. Algo que Marina nunca vio porque no quiso ver, porque su tozudez le impidió pensar con claridad, guiándola como un burro que no ve a ambos lados del camino, y que prosigue con su desganado trote sin saber cómo ni dónde acabará la travesía.

martes, 8 de septiembre de 2009

Feliz

Era un manojo de nervios. La angustia oprimía su pecho al mismo tiempo que la desesperación le quitaba aliento, vida. Mientras, preguntas y preguntas acechaban su mente, la martirizaban, y se iban sin dejar respuesta. "¿Por qué, Dios mio? ¡Sólo tiene tres días! Sólo hace tres días que reposa en mis brazos y ya me lo quieres arrebatar." Cuanto sufrió para dar a luz a tan pequeña e indefensa criatura, y cuánta recompensa al verle en sus brazos, llorando, luchando por respirar, por vivir, dando las gracias a quien le había dado la vida. "Dios mio, por favor, dale una oportunidad". Los minutos pasaban. Cada uno de ellos era un grano de arena que se deslizaba al vacío y añadía un instante más de incertidumbre. Pero tras un buen rato, la respuesta llegó. Se había salvado. Fue a verlo de nuevo para cerciorarse de que el milagro era real. Y al verlo de nuevo, envuelto en una manta blanca y con sus pequeños ojos cerrados, con su barriga subiendo y bajando, supo que daría hasta su vida por aquel ser que descansaba en esa cama. Al verlo respirar otra vez, libre de todo peligro, supo que alguien en algún lugar y por algún motivo, la quería. Al contemplarlo, con sus mejillas sonrosadas y sus dedos minúsculos, disfrutando del placer de vivir de nuevo, supo que, en ese preciso instante, nada ni nadie sobre la tierra o en el universo era tan feliz como ella. Feliz.

domingo, 6 de septiembre de 2009

martes, 1 de septiembre de 2009

De nuevo, el puzzle

Llega el momento. El puzzle se ha roto, ha volado en mil pedazos. Lo he aguantado más tiempo del que debiera. Y ahora me resiento. Se acerca la noche, una muy larga. Y en la intimidad de la oscuridad se escucha un lamento, desgarrador aullido de un alma herida. Más de una noche necesitaré para que el puzzle luzca, si no nuevo, al menos parecido. El día parece lejos, el sol me esquiva. Entre los fragmentos de un dolor frío el sueño se apodera de mí. Al despertar, día nublado, pero al menos día. La noche, larga como muchas juntas, ha pasado. Esperaré sentado, mientras supura la herida, a que el día me regale una sonrisa y las lágrimas curen el dolor. Pero nunca podré borrar la cicatriz. Cicatrices que recorren y recorrerán mi cuerpo, recuerdos de noches de dolor y pegamento, juntando los trozos de un puzzle que nunca parece bien hecho.

lunes, 17 de agosto de 2009

De cómo intentando resaltar el papel de lo insignificante a través de lo personal se llega a justificar la paz mundial

Despierta, no remolonees, la alarma está sonando. Te levantas y estás en tu cama, en la misma cama de siempre, que huele igual que siempre aunque tú no te des cuenta. La persiana está bajada, porque te gusta dormir a oscuras, como siempre. La subes un poco, para que no entre mucho sol y se recaliente la habitación. Atraviesas el pasillo, con legañas en los ojos. Buscas tu taza, la de siempre, con un circulo rojo y otro verde juntos, y un pequeño trozo roto en el borde. Te haces el desayuno y te tomas las galletas. Tus hermanos duermen, pero no te despides de ellos. Ya los ves demasiado. Cuando vuelves a entrar en casa, tu madre está enfurruñada porque te dejaste la taza sucia del desayuno en el fregadero. Pero al rato se le pasa. Y te sientas en el sofá de siempre para ver la tele de siempre. Y pasas la tarde. A veces vas al ordenador, el mismo de siempre, que está en el mismo lugar de siempre, rodeado de papeles por todos lados, libros que se amontonan. Luego llega tu padre, y le saludas, sin más. Le ves todos los días.
Pero un día todo cambia. Te vas, te despides de todo y empiezas en otro lado. Y de repente te levantas en otra cama que no es la tuya. Y te acuerdas de tu cama. Curiosamente recuerdas que olía de manera distinta, tenía una calidez especial. Y te levantas y la persiana no está bajada del todo. Te vistes. Atraviesas otro pasillo, distinto, uno en el que no te sientes tú. Desayunas, pero no es tu taza, ni tampoco son tus galletas integrales. Ni si quiera es el mismo cacao. Y cuando te vas, tus hermanos ya no están allí, y los echas de menos. Al volver, tu madre no te riñe porque ya te han lavado la taza. Pero añoras a tu madre, al igual que sus enfados, al igual que el abrazo con el que acababa cada uno de ellos. Y luego te sientas en un ordenador, pero ya no es el mismo. El tuyo tenía más imágenes, y más desordenadas. Y el sitio tampoco es el mismo. Echas de menos el caos organizado de tus papeles, el desorden controlado de tus libros. Y tu padre no llega. Entonces te das cuenta de esos pequeños detalles, insignificantes en el día a día, pero que son la base de nuestra vida, de nuestro ser. Esos detalles que pasamos por alto como si fueran las vallas de una carrera de obstáculos. Estamos tan ensimismados cada uno en nuestro mundo que no nos damos cuenta de lo que nos rodea y de los que nos rodean, que son los que hacen que nuestra vida sea esta y no otra, que nosotros seamos así y no asá. Otros que también viven en su mundo, que tampoco se dan cuenta de cuán importantes somos nosotros en su mundo. Mundos que se cruzan mágicamente, que nos unen y enlazan unos a otros, y que al alterarse levemente uno provoca el caos en el resto. Somos muchos pero todos uno, unidos por un fino hilo que recorre el globo terrestre hasta formar una gigantesca tela de araña. Somos muchos, pero todos uno, unidos por el mismo fin: vivir. Hagamos que sea fácil para todos.

martes, 11 de agosto de 2009

Show must go on

Frío, nubes, lluvia. Las gotas se estrellan furiosas, para luego deslizarlse como lágrimas del cielo, contra una ventana. Detrás de esa ventana, un hombre. Detrás de ese hombre, un alma, y detrás de ese alma, un hombre. Sentado en la cama, mirando a través del empañado cristal, piensa. Pensando, rompe los barrotes. Dolor, rabia, frustración, fluyen por todos lados, hartas de la prisión de la razón. Y el hombre llora. Y cierra los puños, clavando las uñas en sus propias manos. Y llora, porque los hombres también lloran. Maldice cada instante de su vida, odia cada átomo de su cuerpo, repudia todo cuanto le pertenece. El grifo se cierra, la cárcel se abre. La razón ha vuelto, el dolor ha encerrado. Y se levanta. Después de la noche viene el día. Día triste y amargo, día obligado. La cama está vacía. Frío, nubes, lluvia. Detrás de la ventana, una cama. Debajo de esa cama, un charco. En ese charco, lágrimas, recuerdos. Recuerdos de un hombre que odió, lloró y sufrió, y que siguió con su vida. Show must go on.

viernes, 31 de julio de 2009

Quiso salir todo a la vez, pero el agujero es muy pequeño y todo se ha destrozado. Sólo esto ha quedado.

Hay veces que uno quiere abarcar mucho y no puede con todo. Recoger el mar en un vaso de agua. Y entonces llega el dolor, la rabia y la frustración. El sentimiento de culpabilidad. La piedra se ríe de mí mientras yo sigo recogiendo el mar con un vaso. Y los peces no entran. ¿Por qué será? Física. Demasiado racional. Mística. Demasiado irracional. Vida. Perfecto.

miércoles, 29 de julio de 2009

La piedra

"Pobre piedra", pensé para mí mismo mientras contemplaba la diminuta masa inerte que se encontraba ante mí. "No puede pensar. No puede amar,odiar, reír, llorar, alegrarse, entristecerse, enfadarse, perdonar, querer morirse, querer vivir para siempre. No tiene preocupaciones, no puede preocuparse, no puede decidir, no tiene que decidir. Jolines, quiero ser una piedra".

miércoles, 22 de julio de 2009

Horror

Allí estaba, impertérrita, impotente. Sus ojos castaños tenían la mirada clavada en aquel precioso querubín de apenas ocho años. La pena, la rabia, la impotencia recorrían su cuerpo de arriba abajo, y en su fuero interno sentía un huracán desatado que arrasaba todo a su paso. Mas allí estaba, inmóvil, con gesto serio e imperturbable, mientras le volvían a hacer la misma pregunta:
- ¿Es este su hijo?-. El soldado, exasperado al no recibir respuesta alguna, miraba cada vez más inquisitoriamente a la mujer.
- No.- La palabra retumbó en el aire, en sus oídos, en su mente, en su alma, como si una bomba cargada de metralla fuera, minando la moral de la madre, que a duras penas contenía su furia, su rabia, su tristeza, sus ansias de abrazar a su hijo y salir corriendo, lejos, donde nadie pudiera cogerlos, y una vez allí, pedirle perdón una y otra vez por haber renegado de él, prometerle amor, felicidad, compañía, demostrarle que por él se desvivía. Pero no podía.
- ¿Seguro?
- No le he visto en mi vida.- dijo con voz fría y dura, intentando sonar convincente. Y lo fue.
- Entonces, vete muchacho.
Él la miraba con gesto extraño, dolido. No comprendía lo que pasaba, quería preguntárselo a su madre, pero ésta le miraba con seriedad y enfado, como si él hubiera hecho algo. De repente, ella ya no era su madre, era una desconocida a la que su presencia molestaba. De repente, se encontraba solo en el mundo, intentando encontrar explicaciones y sin nadie que se las diera.
- ¿Es que estás sordo? ¡Vete!
No le quedaba más opción. Nadie iba a decirle nada, nadie le quería ya allí, nada le retenía en ese lugar. Era libre, infelizmente libre.
Entonces, sin pensarlo dos veces, se dio la vuelta, salió a la calle y comenzó a caminar sin rumbo fijo. Cuando ya se hubo alejado lo suficiente, echó la vista atrás. No pudo evitar que un escalofrío recorriera su cuerpo al contemplar como su casa, sus recuerdos, su vida hasta ese momento no era más que una triste choza medio derruida, en la que permanecía escrito con grandes letras negras: JUDIOS FUERA. Y allí, atrapada en esa chabola, estaba ella, con las manos atadas atrás y con el fusil en su cabeza. Todo pasó muy rápido. Un sonoro estruendo resonó entre las paredes aún en pie y ella calló hacia un lado. Aún sigue sin entender qué sintió en ese momento. Corrió cuanto pudo, sin saber hacia dónde, intentando dejar todo atrás, como si el pasado le persiguiera, pisándole los talones y esperando el momento oportuno para derribarle. Quiso gritar, pero de su boca sólo salió un lastimero gemido, un leve sonido desgarrado, un jirón de alma. Y volvió. Desanduvo el camino y volvió a la que alguna vez fuera su casa. Espero a que nadie mirara y entró. De ella no quedaba mas que su sangre. Sangre de su sangre. Lágrimas surcaron sus mejillas y cayeron al charco de rojo líquido. Buscó en sus bolsillos y encontró un pañuelo blanco, algo sucio. Lo manchó con un poco de sangre y se fue. Hasta el día en que muriera, no hubo instante en que ese pequeño trozo de tela se separara de su corazón.

viernes, 17 de julio de 2009

Hijo de puta

Tirada en el suelo, encogida, en un intento de proteger su vientre, escuchó el portazo. Un golpe fuerte, resonante. Tras él, silencio, sólo silencio. Después, el mundo empezó a desmonorarse como un castillo de naipes, inexorable e inevitablemente. Lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos, recorriendo sus pómulos amoratados, cayendo al suelo. Lágrimas tímidas primero, en la inconsciencia. Mas, una vez hubo comprendido el significado de la última hora, el llanto estalló, silencioso, pero abundante, al tiempo que, temerosa, susurraba debilmente: "Mi niño no, por favor, por favor." Una profunda herida se abrió en su pecho salvajemente, una herida de bordes rasgados, irregulares e inflamados, un agujero en su alma, que sólo el tiempo podría llega a cerrar algún día y que, hasta ese momento, se reabriría impredeciblemente para ahogarla en el dolor del recuerdo, de la pérdida. "Mi hijo no, por favor", clamaba desesperadamente. Un rayo de furia recorrió su cuerpo, traspasó sus venas y erizó su vello, mientras pensaba en ese hijo de puta que la pegaba, en ese hijo de puta borracho que amargaba cada día de su vida. Furia que pedía venganza, necesitaba venganza. Mas, un instante después, la determinación huyó de su cuerpo como gato huye de un perro. Algo, no se sabe qué, borró su furia y le infundió una extraña tranquilidad y conformidad. Casi inerte, poco a poco, se levantó. En el silencio de su tragedia, comenzó a barrer los restos de la injusticia. Apenas sintió dolor, ni si quiera tristeza, cuando, sentada en el baño, el agua se llevó a la oscuridad de las alcantarillas el fruto de su vientre. Vacía, indiferente, resignada, volvió al salón y se concentró en su tarea, olvidando para siempre que el que algún día pudo ser su hijo acababa de desaparecer por el retrete.

lunes, 13 de julio de 2009

Sueño


Susurrante, el viento me habla. Al fondo, la mar se enfada. Furiosa, inocente en la distancia. El cielo encapotado. Inmenso manto verde que todo lo cubre. Árboles, plantas, tierra mojada. El viento y el mar, nada más se escucha. Paz húmeda, cielo triste, triste tranquilidad, que sume a mi alma en la calma de la eternidad. Agua, aire, tierra, madera. ¿Más? No, gracias. Solos, la naturaleza y yo. Soledad física, plenitud espiritual. Tierra desconocida. ¿Por qué no soñar? Después de la tormenta viene la calma. Antes de esto, ya hubo tempestad. Me toca descansar. O eso creo.

viernes, 10 de julio de 2009

Entre sueño y sueño, una pesadilla más.

Dime corazón
Cuándo vas a parar
Cuándo le gritarás al viento
Que ya no quieres más
Que la montaña es alta
Para tan patoso escalador
Que el mar es demasiado grande
Para este pésimo nadador.
Agua
Frío
Viento
Hielo
Dime corazón
Hasta cuando esperarás
Para reconocer
Que no se puede más
Que el traje te queda grande
Que ya no quieres latir más
Que es inercia lo que te empuja
A seguir sin cesar
A pesar de los obstáculos
Del dolor
Del frío
Del terror
Dime corazón
Hasta cuando podrás
Permanecer sordo y ciego
Para no ver y escuchar
Que esta vida ya no es tuya
Que son restos sin pegar
De una existencia perdida
En el dolor de un alma fugaz.

lunes, 6 de julio de 2009

Sueño


Aire puro, fresco, limpio. Viento que vuela. Sol reluciente en medio de la nada. Nada con forma de montañas, árida tierra que se extiende hasta el infinito, que se pierde en el horizonte. ¿Nubes? No. Sólo cielo, cielo azul, inmenso. Ante mí, asfalto. Lo devoro. Rayas blancas que se funden en una sola, una sin principio ni fin. ¿Soledad? No existe. Estoy sólo, pero no me siento sólo. Me tengo a mí, mi paz, mi mundo. ¿Quién quiere más? No, nada más. Simple pero complejo. Fácil pero inalcanzable. Quién pudiera. Soñar, ¿gratis?. Sí. Volver a la realidad tiene un precio muy caro que solo algunos son capaces de pagar muchas veces sin inmutarse. No creo ser uno de esos. Sueño, ven a mí, hazte realidad. ¿Sólo uno? ¿Por qué? Quiero más, aunque sean contradictorios. El siguiente, para la próxima.

lunes, 29 de junio de 2009

Adiós, Pedro.

No sé cómo expresarlo. Este finde ha sido algo duro. El sábado, cuando me levanté, recibí una mala noticia. Un amigo mío de Gijón había muerto. Un chaval de 16 años, con el que tuve mis más y mis menos, como siempre cuando se es pequeño, pero a fin de cuentas compartimos muchos momentos de mi infancia, había muerto. Creo que aún no he llegado a comprender la magnitud del hecho en sí, pues todavía no he llorado de desconsolación, apenas dos o tres lágrimas brotaron de mis ojos cuando me enteré. No sé si es que soy fuerte o si, por el contrario, y lo que más miedo me da, es que me he vuelto insensible. Sin embargo, en todo el día casi no articulé palabra, enfrascado en mis pensamientos silenciosos, en mi mundo. Quizás temiera que el hecho de hablar, de rasgar el silencio, hiciera que la realidad volviera a mí, cruda y despiadada. Quizás pensara que cualquier cosa que pudiera decir en ese momento fueran meras banalidades.
Y aún, dos días después, sigo poco a poco asimilando que ya nunca lo volveré a ver. Nunca más, cuando vaya a Gijón, iré a su casa a hablar con Cristina y estará el allí, nunca más volveré a ver cruzar su moto yendo al club de tenis. La muerte le esperaba en una curva, maldita curva. Un sólo instante, una curva, un coche, un muro. Un corazón rebosante de vida, fuerte y vigoroso, se detiene. Un sólo instante, se hace el silencio, silencio eterno. Un sólo instante. Su pérdida se siente, se palpa, en la distancia. Allí donde estés, Pedro, adiós. Mientras una sóla persona recuerde en su memoria, albergue y cuide con mimo los momentos que disfrutaron a tu lado, mientras sóla una persona recuerde que fuiste, con tus defectos y tus virtudes, una buena persona con un gran corazón, tu recuerdo permanecerá vivo. Adiós, Pedro. Descansa en paz.

jueves, 18 de junio de 2009

Alma

Cielo azul, cálida mañana. Intento unir los trozos de mi alma, mi alma rota, despedazada. Nunca fui capaz, nunca pude y nunca podré. Me pasaré la vida haciendo siempre el mismo puzzle, porque nunca conseguí mantenerlo unido. Poco a poco, mi puzzle se deshace inexorablemente. Cada día lucho contra la realidad, y esa lucha me cuesta mi alma, que se debilita, se entristece, se vuelve melancólica. Y entonces llega un día en que no puedo aguantar más, la realidad, cruda realidad, irrumpe demoledora, furiosa, como caballos desbocados, que en su trotar arrasan y despedazan mi alma. Esa noche lloro. Lloro mientras busco entre un mar de escombros de mi ser los trozos de mi alma. Y las junto. Y me pregunto cuánto durará. Y en medio de la noche escucho un lamento desgarrado que me adormece. Quizá sea un pájaro pidiendo libertad, quizá sea mi alma clamando eterna paz.

martes, 16 de junio de 2009

El último vals

- La última, por favor.
Sus ojos rojos, hinchados, lastimosos, suplicando una última vez más.
- Agárrame la mano.
Se miraron el uno al otro. Ella, hermosamente anciana; él, cansado, moribundo.
La música sonó, y un bello vals, su último vals, comenzó. Las notas del violín desgarraban el silencio, como la música desgarraba los recuerdos de él, como sus lágrimas al surcar su envejecido rostro. Cada acorde, una lápida, una losa que lo enterraba más, que lo sumergía en la oscuridad. Cada compás, un recuerdo, cada nota, un instante. Cada momento allí agarrados era miel y hiel, consciente de que cada silencio que dejaban atrás suponía un paso más hacia el final del vals, del último vals. Él, enamorado, y ella, impotente, aterrorizada, aferrando contra su pecho esa mano, el último lazo que la unía a él, a su vida, temiendo que de un momento a otro la melodía cesase, la vida terminase, y tuviese que llorar, esta vez, al lado de un cuerpo inerte. Y así pasaron segundos, minutos, quizás horas. Y el violín se fue apagando, diminuendo, el arco acariciando vagamente la cuerda, la vida resistiendo cansada la lucha. Y el violín cesó. El vals acabó. Se hizo el silencio, los recuerdos, fotogramas que pasaron mientras la música sonó, se desvanecieron en la oscuridad, en la oscuridad de la mente, en la oscuridad de la muerte. Y cerró los ojos. Allí, tumbado en la cama, yacía el hombre que durante años le regaló cada instante de su vida. Y el violinista se levantó, saludó y se fue. Y ella soltó la mano, lo miró por ultima vez, y en un leve murmuro, le susurro al oído:
- Gracias.

lunes, 15 de junio de 2009

Hielo

Enfrentarse a los miedos, cara a cara. Asusta. Hace tiempo que me quedé allí, en medio del hielo. El tiempo pasaba, y mis esperanzas se derretían. No podía verlo,no quise mirar. Ahora, en una isla, isla que se desvanecerá, he abierto los ojos aunque no quiera. Y miro al frente, y solo veo agua, agua muy fría. No quiero nadar, lanzarme de cabeza. Pero ya no hay marcha atrás. Ahora me arrepiento. Me frustra, me asusta no ser yo quien pueda decidir, no controlar mi nave, pensar que puede vagar a la deriva sin que yo pueda evitarlo. Es algo que no entiendo, que me resisto a comprender. Quiero saber todo, poder hacer de la vida un número, un número comprensible. Pero ya no, no si quiero vivir. Y lloro, no quiero. Mas el hielo no aguanta. Y me lanzo, sin pensar, sin mirar. Y el agua está fría. Y no sé por qué. Pero no puedo saberlo. Hay cosas que no se pueden aprender, que no se pueden enseñar. Llorar, amar, no tienen fórmula. Y llego a la orilla. Y veo mi isla hundirse. Y suspiro. Me alegro. Hay cosas que son, sin más. No tener que saberlo todo, que todo no dependa de tí, miedo, pero también alivio. Si me equivoco, mi vida es un error, mi existencia un fallo. Pero hay cosas en las que no puedo fallar. Ahora me doy cuenta, ahora es cuando no quiero saber nada. Y ahora noto la ropa, la ropa mojada, que se ciñe a mí, y me recuerda el frío del agua, la soledad de la isla. Me limito a saber, a conocer aquello que es posible. Pero ahora amo, lloro y siento, sin más. Porque amarte no tiene fórmula. Quizás sea duro, quizás sea bueno, pero al menos es, sin más, irracional. No quiero saberlo todo, perdón, algo he de saber. Pero no quiero entender por qué te amo. Porque de saberlo, lo conocería, y de conocerlo, decidiría, y eligiendo fallaría, y podría dejar de amarte. Mejor así. Porque hay cosas que no se entienden, porque hay cosas que se sienten, y no se pueden saber. Siente, conoce, mezcla. En fin, vive. Y ama.

http://www.youtube.com/watch?v=I0tMmsUEGOY

martes, 9 de junio de 2009

Vivir

Y allí estaba, a las dos de la tarde de un domingo de septiembre, contemplando el presente y añorándolo, añorando aquello que en minutos sería recuerdo, echando de menos lo que aún tocaba con mis manos. Mirando aquí, allá, arriba, abajo, recordando en un minuto once años de existencia. Llegado el momento, dije adiós, un adiós del que me arrepentí toda mi vida, un adiós inconscientemente débil, frío, casi rencoroso, quizás por la tristeza o por el miedo. Una vez sentado, mirando atrás, intentando lo inevitable, queriendo parar aquello que ya ocurría. Y lo ví. Amor, pasión, locura, tristeza, alegría, consternación, odio, rencor... sentimientos. Y abrí los ojos, y me dí cuenta de cuán engañado estaba, de cuánto ignoramos lo que de verdad es la vida, de cómo los sentimientos, que son fin, se convierten en medio, en herramienta. De cuán fríos somos, ignorantes del momento, del ahora, ilusos del futuro. Quiero amar, enloquecer y entristecer, odiar y sentir el momento. Quiero ser humano. Quiero vivir. Aunque solo sea cinco minutos, valdrán toda una vida.

domingo, 7 de junio de 2009

Tormenta.

La oscuridad cubre el cielo, cielo roto. Los rayos iluminan en apenas un instante el mar infinito. Y en medio, el barco, mi barco. La mar, furiosamente bella, ruge por engullir cuanto queda de mí. Y mientras, el timón, vacío. No soy yo quien dirige la nave, no soy yo quien la controla. La tempestad, ansiosa, espera. Yo, impotente, cuento los segundos para yacer en el fondo, junto a los hierros de mi barco. Mis intentos de agarrar el timón son inútiles. Estoy a merced del viento y espero mi destino sentado, de cara al horizonte. Escupe, imbécil, entrega a la oscuridad aquello que te ilumina, lamenta eternamente el momento en que perdiste las riendas.

lunes, 25 de mayo de 2009

Soy yo

Estoy harto. Alabad a la gente, decidles lo que valen, las cosas buenas que tienen, y todos te dirán que no es para tanto, que los hay mejores que ellos. Todos temen que los señalen por creerse más que nadie. Parece que nos obligan a agachar la cabeza, a tenerla escondida y no decir nada, no vaya a ser que nos digan algo o nos paren los pies, o me recuerden que también hago cosas mal. ¡Mierda para todo ellos! ¿Sabéis lo que os digo? Que yo estoy harto de agachar la cabeza, que si hago cosas bien lo digo bien alto y me lo creo, que lo hago bien, que soy especial por ello. ¿Y si hago cosas mal? ¡También! Que es muy dificil ser yo, es difícil hacer las cosas tan bien como las hago yo pero también es difícil hacerlas igual de mal que yo. Que yo la cago de una forma especial y eso es lo que me diferencia y por eso estoy orgulloso de ser yo y de gritar lo que hago bien y lo bien que hago las cosas mal. Que ser uno mismo es muy difícil, y ya quisiera ver yo a otro haciendo lo que hago yo. Tampoco me refiero a que haya que ir por la vida de prepotente, pero como ya he dicho alguna vez, el punto intermedio existe.

lunes, 18 de mayo de 2009

Reflexión (lo primero) y comentario crítico (lo segundo) qué grillado estoy :S XD

La mente es impulsiva, la vida del hombre son impulsos inexplicables, irracionales, pero naturales. En su día a día, el hombre se esfuerza por contener sus impulsos, reprimirlos, encorsetarlos. Es ahí cuando surge el conflicto. El hombre trata de desnaturalizar su vida, convertirla en artificial, vida que de sí es natural. Cuando el hombre encuentra el equilibrio justo entre impulso y vida en sociedad, la naturalidad de la vida fluye contenidamente y el hombre se siente e armonía con el mundo que le rodea, con su vida y consigo mismo. Pero cuando sus impulsos son incontenibles e irrefrenables, la vida social se hace imposible. El todo o nada no es la única posibilidad válida, el equilirio es otra opción igual de válida y en muchas ocasiones la más conveniente. Estoy harto de pensar en todo lo que hago, de analizar todo lo que digo, de darle mil vueltas a lo que pienso. A veces querría decir basta, gritar cuando y donde me plazca, apoderarme de mi vida y vivirla tal y como yo quiero. Porque un "no quiero" es vivir, porque un "te quiero" no se piensa, se siente.

Lo has conseguido. Me has demostrado que ya no puedo confiar en ti que me puedo esperar lo peor. Has minado mi moral, mi fe hermética e indestructible en ti, en tu existencia y en tu lealtad a tu deber. Ya no puedo engañarme por más tiempo, he de abrir los ojos, ver y escuchar lo que el mundo me muestra. No existes o no eres fiel a ti misma, no eres mas que el eco de un mito pasado, te has corrompido y tu significado ya no es el mismo. Día a día me lo demuestras, te empecinas en enseñarme tal y como eres. No te detienes ante nada ni ante nadie, nada sacia tu sed, tu ansia de más. Has dado paso a un monstruo que deja su rastro de terror allá por donde pisa. Ayer en América, mañana quien sabe. Hoy estás en Gaza jugando a ser Dios, quitándole la vida incluso a quien todavía no ha podido ser consciente de ella. Tozuda e irracionalmente insistes en quedarte allí, pisando reiteradamente donde tu huella ya lleva marcada años y años. Pero no solo estas destruyendo edificios y vidas, estas destruyéndote a ti misma. Has perdido tu dignidad en algún lugar hace mucho tiempo. Pero veo que ya no te importa. Aun así, egocéntrica como eres, no sabes que no eres la única. Aunque tu sigas tercamente intentando llevarme al horror de la indiferencia, a la mísera insensibilidad, no podrás. La humanidad no es lo único que queda. La solidaridad, el respeto, la responsabilidad... Mientras tu derramas sangre por donde pasas, yo daré la mía hasta la extenuación para demostrarme a mí mismo y a cuantos me rodean que estas condenada a morir.

jueves, 23 de abril de 2009

Abran los ojos

Hace diecisiete años que una niña le habló al mundo de forma clara y contundente sobre la situación del mundo. Su discurso es un ejemplo de objetividad, de valor, de aplomo. Trató de tú a tú a aquellos que dirigen el mundo desde sus asientos de piel y les hizo callar durante más de seis minutos recriminándoles su actitud y bajándoles de ese altar a donde se han subido. Han pasado ya casi diecisiete años. Severn Suzuki, con 29 años ya, se sentirá decepcionada. Sus hijos verán el mismo espectáculo dantesco que ella presenció, que nosotros presenciamos, consecuencia de la deshumanización de la humanidad. No somos el centro del universo, no somos el ser superior de la mayor creación que jamás se haya visto en el etéreo infinito. Somos una parte más de un lugar que aún desconocemos del todo, del que sólo atisbamos a comprender una mínima parte. Nos comportamos como si fuéramos la perfección hecha realidad. Allá donde escarben, verán defectos por todos lados. Les repetiré eso que tanto han escuchado una y otra vez, y que aún así, cuando lo vuelven a escuchar, fingen descaradamente sorpresa y asombro ante unos hechos que les "indignan". Millones de personas mueren por hambre mientras otras tantas mueren de opulencia. Miles de niños carecen de un hogar digno mientras en otros lugares hay más casas que personas para ocuparlos. No hay agua en África al tiempo que occidente la despilfarra. No hay dinero para medicamentos a la vez que se construyen edificios inútiles, gigantescas y millonarias inversiones para desafiar a la naturaleza y a la física. Hemos entrado en un círculo vicioso de crear-destruir, crear-destruir, un círculo infinito en un mundo finito, un ciclo deshumanizante en una sociedad de humanos. No hace ni un siglo que un hombre llamado Marx revolucionó el mundo luchando por una sociedad mejor, justa e igualitaria, porque aquella de entonces sobrepasaba lo inhumano. Los trabajadores exaltados le siguieron y lucharon por aquello que ciegamente creyeron posible, y lo consiguieron. Mas sólo alcanzado un mínimo objetivo, la revolución se quedó en un eco del pasado que ahora se quiere hacer callar. Pero una cosa es cierta, y muy cierta: el mundo de hoy en día es igual de injusto y desigual que el de aquel por entonces, con la diferencia de que ahora son menos los que sufren. Aún así, llegará el día en que digan basta, se rebelen contra nosotros, y pidan lo que es suyo. Ojalá llegue ya ese momento. Quítense la venda de los ojos, la falsa conciencia de la que Marx habló aún existe.