De cara al horizonte: febrero 2011

domingo, 20 de febrero de 2011

Caja de sorpresas

Llévame allá donde tus recuerdos se pierdan. Llévame contigo donde la noche se cierne y se pliega sobre el todo. A ese lugar donde las estrellas son granos en la cara de un cielo adolescente, que madurará, y con su madurez desaparecerán ellas. Y él dará, más tarde, a otro pequeño retoño pecoso. Quiero conocer el sitio donde los sueños, sueños son, y la realidad es un mero sonido de fondo que se diluye en la oscuridad, donde los latidos del corazón no cesan si no es de felicidad, donde una mariposa nunca fue un gusano ni nunca lo será. Quiero descubrir cómo morir de la risa y tocar el cielo con los dedos, rasgarlo y sentir como llora sobre las praderas. Dime que puedo sentir lo mismo que siento al cerrar los ojos pero con ellos abiertos, déjame soñar que los sueños existen de verdad más allá de mi colchón, que no están encerrados entre cuatro paredes de blanco algodón. Déjame soñar con que algún día soñaré despierto y tendré pesadillas con la realidad, que no será mas que la causa de un traspiés al caminar sobre las nubes. Dime que puedo creer en ello, en que todo es un todo y no hay nada fuera, que se puede empaquetar todo en una caja de sorpresas.

jueves, 17 de febrero de 2011

Las cosas simples

Lleva tiempo preguntándose qué diablos pasa, como es posible que pueda seguir sangrando un animal disecado, cómo puede abrasar el corazón, quemar el alma, el recuerdo de una llama apagada. Vino, dejó su huella y se fue. Pero esperaba que la huella fuera la marca de algo bonito y sincero, no la cicatriz de una herida sin cura ni remedio. Ahora intenta encontrar su lugar en la noche, donde ni siquiera la oscuridad le deja dormir; y en el día, aunque ni el sol sirva para arrancarle una sonrisa. Aún recuerda las palabras de aquella venerable anciana que le dijo que el amor es simple, y a las cosas simples, se las lleva el viento. Ahora se encuentra de cara al mar, mendigando una mísera brisa salada que le deje al menos descansar, preguntándose si algún día aparecerá un huracán que borre sus recuerdos o le borre a él de la orilla del mar.

domingo, 6 de febrero de 2011

Retales

Hace frío. Se mira las manos, tiene los dedos morados. O quizás no vea bien, quién sabe. ¿Qué remedio hay?¿Acaso tiene otra opción? Como si pudiera echarse a un lado y esperar entre arbustos y hierbajos, como si alguien le diera la oportunidad de pensárselo dos veces, de mirarse las heridas y con mimo curárselas. El camino tras ella desaparece y, si no comienza a andar pronto, la tierra se la tragará y en el oscuro olvido perecerá. Ahora empieza a nevar. En su caminar, su corazón dibuja en la nieve retales de sentimientos comprometidos, y cada pincelada le acerca a un sueño profundo en el que ni el amor ni la verdad tienen sentido.

viernes, 4 de febrero de 2011

Temeroso y temible

Después de tanto tiempo decidió que sería la última vez, aquella sería la última tarde que pasarían a solas mientras se mentía todo el tiempo. Así, después de comer, fueron juntos a dar un paseo, recorriendo los otoñales paseos repletos de árboles alopécicos, caminando entre farolas a medio encender o medio apagar, según se quiera ver. Disfrutó de cada paso, se regodeó en su dulce mentira y dejó volar su imaginación hasta límites insospechados. En los momentos adecuados se sentó de frente, en otros a su lado. La noche surgió de la nada, los créditos hicieron su aparición con los nombres de los protagonistas en grandes letras blancas y ruidosas, y entre estrellas y luces de neón, volvieron al lugar de donde todo surgió. Cada paso era un segundo menos hacia el fin, un segundo más desde que todo empezara con aquel furtivo saludo. Se acostó con una sonrisa en la boca, con una lágrima en su mejilla. Y al despertar, la sonrisa había desaparecido, pero la lágrima seguía en su lugar, dejando un brillante surco a la luz del sol. Así fue como se dió cuenta de que nunca sería capaz de olvidar, que tendría que volver a vivir con su mentira, consciente de que algún día se derrumbaría como un castillo de naipes, vulnerable y maravillosamente temeroso y temible. Las cosas del corazón, la razón no las entiende. O no las quiere entender.