De cara al horizonte: abril 2012

viernes, 20 de abril de 2012

Nomade Blanca

Ella no hace lo que la gente espera que haga, ni siquiera lo que ella espera de sí misma que vaya a hacer. Simplemente se deja llevar, se suelta en brazos de su corazón que frenético la saca a bailar una danza adictiva y agotadora. Y así, el corazón a veces la lleva a lugares insospechados, sorprendentemente agradables, desagradablemente sorprendente a veces. Pero ya ha conocido tanto mundo, aunque sea mundo interior, que conoce de ella misma más que cualquier otro podría llegar a soñar en toda su vida. Y aun así sigue viajando por su alma, buscando lugares recónditos, escondrijos resguardados de los convencionalismos que inundan los amaneceres de una gran ciudad. Ella nunca ha sido de guardarse palabras, tampoco de soltarlas sin más: una fina capa de humor envuelve al realidad que otros se guardan y algunos lanzan al aire sin pensar, golpeando en la cabeza al primero que por allí se atreve a pasar. Ella es así, y podría ser de otra forma, y quizás algún día lo sea. Pero de momento viaja sin cesar, como miembro de los nomadi que pueblan el mundo y que separados pero juntos se ayudan a avanzar por el tortuoso camino que en esta vida han elegido surcar. Pequeña nómada, recuerda que aunque a vece pierdas el norte, en el bosque siempre hay árboles que tras una capa de musgo esconden la verdad, la certeza de que la vida todo lo impregna con su pasional voluntad, dejando heridas que cicatrizan y otras que rosadas marcas para siempre pueden quedar. Pequeña nómada, nunca te rindas y sigue caminando con vehemencia, sin perder la paciencia, que en el bosque miles de tesoros aguardan, pero sólo para aquellos lo suficientemente valientes como para quererlos encontrar. Nomade, ricordatevi che non siete soli in questo lungo viaggio. Los nomadi siempre vamos juntos, aunque sea en espíritu, en este largo viajar. Caminante no hay camino, se hace camino al andar.

Dedicado a Blanca, una persona increíble, sin prejuicios y con la firme voluntad de ayudar a quien lo necesita.
Gracias Blanca =) 

domingo, 15 de abril de 2012

La locura de Morfeo

Fría noche de escarcha,
preludio de la primavera
que hielas mi sangre,
que mi corazón desesperas.

Largos suspiros del alma,
gritos que enmudecen,
que se escapan furtivos
de mi boca llena de dientes.

Tus palabras aún retumban,
vibran, con fuerza se sienten,
y a mi corazón mienten
esperando paciente que sucumba.

Busco entre las estrellas
aquellas que iluminen el camino
que empieza en mi deseo
y acaba en tu corazón.

Mas todas ellas parpadean
y en ellas brilla el sinsentido
que deslumbra a Morfeo
y anonadado pierde la razón.

Y su descuido
causa mi desvelo
que perturba mis anhelos
y envenena mi soñar,

que no llega
ni se le espera,
y con nostalgia
se mira atrás.

Con los ojos abiertos,
abierta el alma herida,
me hierve la sangre
aunque mi voz tirita.

Busco y no encuentro
motivos para no darte
los 'te quiero' que escondo
y que comienzan a ahogarme.

Quiero razones que calmen mi corazón,
mas las razones son mías,
tuyo es mi amor,
que tras mis miradas aguarda
con recelo
el momento de decirte adiós.

Fría noche de escarcha,
preludio de la primavera
que con fuerza mi sangre altera
y alimenta la sinrazón

que es este quererte tan vehemente
que lo nubla todo de melancólica pasión.

miércoles, 11 de abril de 2012

Piccoli Nomadi e il lupo feroce

Dónde estas, dime lo que ves, si es que entre tanta oscuridad distingues algo que no sean tus manos a dos palmos de tu nariz. Dime qué suena, a parte de tu corazón, qué es eso que perfora el oído. Dime, pequeño nómada, qué puede haber en el bosque que pueda asustar al propio miedo, que espante a los pájaros tan lejos de los árboles, tanto como nunca habían estado. Se ha hecho de noche y te ha pillado por sorpresa. Y entonces, pequeño nómada, te entristeces, te lloras a ti mismo al pie de un árbol centenario, mientras el aullido del lobo feroz rasga la calma que inunda el bosque. Te sientas e intentas pensar, pero los latidos de tu corazón retumban demasiado fuerte, haciendo temblar tu pecho. No te mientas, pequeño nómada, es culpa tuya. No señales, que es de mala educación, ni apuntes hacia otros que no sean tú. Mírate, de nuevo, en el reflejo del río que te acecha, de la luna que te contempla llorar. Mira tus ojos, adéntrate en ellos, allí hallarás la verdad. Quisiste jugar a las marionetas sin ni siquiera tener los hilos, y ahora tus muñecos se desparraman sobre el escenario, mientras el lobo sigue aullando, esperando que tus lágrimas le lleven a ti. No le culpes, es un lobo feroz, tú un pequeño nómada. En los más antiguos pasajes de la historia del bosque está escrito que cada noche que un nómada se descuide, permaneciendo expuesto a la tibia luz de la luna, su cuerpo repose en las fauces del lobo por siempre jamás. Te dejo, pequeño nómada, tu verás si aún quieres llorar, o si no prefieres escalar a la copa de un árbol ahora que los pájaros durante la noche no volverán. Recuerda, piccolo Nomadi, tú no elegiste tu bosque, ni él te eligió a ti, pero dónde camines, dónde duermas y qué comas, solo dependerá de ti. Ahora, pequeño nómada, te dejo bajo el frío manto sedoso de las estrellas, que la luna se esfuerza en extender sobre su pequeño retoño que es el cielo. Buenas noches. Buena suerte.

lunes, 2 de abril de 2012

At the edge of the sea

El cielo se hizo tu boca
y cada palabra se hizo gota
que inundaba mis esperanzas.

Mis ilusiones se hicieron pedazos
al chocar contra los retazos
de desprecio que emanaban de sus ojos.

Y así, el amor se hizo amor,
pero con sutiles pinceladas de dolor
que hacían del cuadro algo lleno de bello horror.

El mar rugió con receloso celo,
la noche cubrió con esmero el cielo,
y mis párpados cayeron sobre mis ojos
como dos mantas de puro acero.

Mas, antes de perder de vista
a las estrellas que parpadeaban sin cesar,
dos lágrimas acerté a derramar:
Una dice cuánto te quiero,
la otra, lo mucho que odio que no te dejes amar.

La edad de las rocas

Susurra el viento entre las rocas inertes a las que el mar golpea de forma estridente aunque ellas ni sienten ni padecen. Ellas, que ya lo han visto todo y nada a la vez, que en su haber tienen el paso de los años que sobre ellas cicatrices indelebles ha dejado; ellas a quienes nada puede sorprender... y sin embargo atónito contemplan mi malestar, que no se oye pues no lo digo, pero se siente en mi mirar, en el llanto silencioso de las palabras que se agolpan tras las paredes de su cárcel de marfil y cristal. Aquí estoy, sentado ante el mar, intentando enfriar con la brisa un corazón repleto de pasión. Busco entre las estrellas la razón de mi pesar y mi corazón me castiga en cada latido con un leve pinchazo que me corta el respirar, indignado ante la osadía de buscarle lógica a su pensar. Y es que él no piensa, sólo retumba con fuerza en el pecho, pone patas arriba el alma y, entre latido y suspiro, llena de emociones a una masa de carne y vísceras sin más. Quién soy yo para decirle a él lo que quiero sentir, qué forma de menospreciar su labor, la de palpitar sin descanso ni temor. Aceptaré con resignación los violentos envites de mi corazón, al igual que las rocas el del mar y, como ellas, esperaré a que el tiempo y sus cicatrices me puedan enseñar a decir 'te quiero' sin que me pueda pesar. Mientras, aprovecharé cada instante para sumergirme en el fondo del mar, buscando arrebatarle al tiempo su secreto y evitar esperar a que el Sol aparezca y marchite mi pecho de estruendoso palpitar. Mientras, seguiré soñando con que existes en algún lugar que aún no conozco, al tiempo que el mar me grita que debo marchar y dejar que el viento haga arena de las inertes rocas que contemplan mi pesar. De cara al horizonte busco la luz que me pueda guiar entre la oscuridad de la noche que contemplo en soledad. No existe lo justo o lo injusto, sólo aquello que tenemos valor para afrontar y aquello que evitamos por temor a fracasar.