domingo, 24 de enero de 2010
La salida está por otro lado
Del gris pasó al gris plomizo, luego al gris oscuro y, sin saber cómo, de buenas a primeras, se topó con el negro. Un negro oscuro, denso como el petróleo, áspero como el carbón. Luchó, luchó por encontrar un punto de luz, una mínima esperanza para perseguirla hasta el final. Peleaba con brazos y piernas, con toda la furia de la que era capaz, intentando zafarse de tan descabellada oscuridad. Pero se cansó. Se rindió. Su cuerpo, su alma y su corazón dijeron "basta", y él tuvo que obedecer inevitablemente. Y al relajar todos y cada uno de sus músculos, de sus nervios, al tumbarse en medio de la espesa negrura, al dejarse hundir en la miseria, aceptando que nunca encontraría la salida, un punto de luz se iluminó bajo sus pies. Al principio, pequeño y apenas perceptible. Poco a poco, se fue agrandando, hasta que se convirtió en una rasgadura inmensa en medio de la oscuridad que lo envolvió y lo cegó. Y al abrir los ojos de nuevo, respiró aire fresco por fin. Entonces deseó haberle quitado las anteojeras al burro antes de empezar a trotar.
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2 comentarios:
Puro Tao tu relato... Me gusta.
Creo que estás aprovechando bien el taller literario del colegio.
Besos.
He vivido lo que has descrito, una vez. Estuve en la oscuridad durante casi dos meses, trabajé mi interior; ví y sentí la luz. Es cierto, solo un punto de luz, tranforma la oscuridad más grande y negra que podamos imaginar.
Un abrazo muy sereno para ti
Naia
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