Y si tu mirada no fuera un enigma,
ni tus silencios una interrogación,
y si mis bromas fueran respuestas
y todo esto no sea una equivocación.
Me rajo los brazos por la mitad
para que leas entre venas
que me muero si te callas
y que yo no sé qué contestar.
Me has abierto el alma de par en par
y apenas te has parado a mirar
que me he puesto como loco a temblar
temiendo que sea mío lo que hay dentro.
Me rompes, me deshaces,
me entretienes, me detienes,
en los suspiros vacíos y huecos
que me taladran las sienes.
Cómo has conseguido
calarme hasta los huesos
y convertirlos en arcilla
que moldeas entre tus dedos
con descuidada asimetría.
Qué deseas, qué esperas,
qué piensas cuando
creo
que me quieres.
Sangre, sudor, las lágrimas no las quiero,
y quiero creer que no vendrán,
pero creo que lo quiero menos
de lo que te quiero cuando aquí, conmigo estás.
Arde la piel, se quema,
tanto con la llama de fuego
más intensa,
tanto con un iceberg
de triste y depresiva indiferencia.
Y pienso, y creo, y quiero creer,
porque tus ojos me dicen que sí,
y tus manos también.
Pero me muero de miedo al imaginar
que todo sea mentira, y te vayas dejando
el alma abierta, de par en par,
y se me enfríe la vida, y se me hielen las ganas
de respirar.