De cara al horizonte: febrero 2012

miércoles, 22 de febrero de 2012

The nonexistent option

Se levantó con la sensación de que se había comido el mundo. Se puso sus zapatos favoritos, sus vaqueros más bonitos que, curiosamente, eran los más desgastados; buscó entre sus camisetas y eligió la que mejor conjuntaba con sus zapatos y vaqueros y se peinó lo mejor que pudo. Podía respirar tan fuerte que casi escuchaba cada insignificante molécula de aire llegar a sus pulmones y el estruendoso retumbar de los latidos en su pecho: era la euforia con patas. Sin embargo, en la inconsciente consciencia algo sonaba mal, como esas melodías en las que se escucha de fondo una nota desafinada, un acorde extraño que no debiera estar. Y al salir a la calle, su enorme castillo de naipes se cayó. Nada más poner un pie fuera sintió que el mundo que se había comido se le indigestaba al tiempo que las nubes se hacían grises y negras después. De repente todo se hacía cuesta arriba, en un sólo segundo lo que parecía fácil se hacía difícil. Y en realidad, todo seguía siendo igual, pero en verdad ya no lo era. Y nada había cambiado, pues todo era lo mismo, pero todo era distinto. Y por más que se esforzaba en escuchar a su corazón, éste latía cada vez más débil; y las grandes bocanadas de aire se convirtieron en tímidos suspiros. En sólo un instante, pareciera como si alguien se hubiera llevado el sol. Desesperado, removió cielo y tierra, el cielo negro y la tierra mojada de las lágrimas que el día derramaba, buscando la luz, buscando la esperanza. Cada grano de tierra era un recuerdo de su alma, que se retorcía de dolor, de pena. Y en cada recuerdo vio lo que nunca quiso ver, el tambaleante avanzar de un coloso de madera que nunca debió avanzar, la agridulce sensación de quien no mira al suelo ni al cielo. Mientras la lluvia sigue cayendo, mientras él sigue creyendo que el sol volverá. Las cosas que la vida te da, la vida te quita si no las sabes cuidar. Lo que el cielo regala a la tierra pronto se ha de aprovechar, antes de que bajo la atenta mirada de la Luna se desvanezca sin que lo puedas llegar a disfrutar. Y así, se hizo de noche, con lágrimas en los ojos, dolor en el corazón, y la pequeña esperanza de que el amanecer fuera levemente mejor. Rendirse no es una opción, simplemente sucede.

miércoles, 15 de febrero de 2012

El día después del día por la noche

Me duele la boca,
Me irrita el alma,
las palabras que se quedan
atrapadas en mi garganta.

Me hierve la sangre,
Me hiela las venas,
cada sonrisa que viene
pero al final no se queda.

Los latidos van,
los suspiros vienen,
pero los "te quiero" no salen
aunque dentro se sienten.

Pero dentro se ahogan
y fuera se pierden,
y en el alma se agotan
de gritarse y perderse.

A la orilla del mar,
al borde de su existencia,
espero ansioso, busco receloso,
la valentía que me libre de mi pesar.

Entre el murmullo de las olas,
y el del viento entre las rocas,
así como en cada grano de arena
y en cada gota del mar,
hay un beso aguardando poderse liberar.

Entre los quejidos del corazón
y los pliegues del alma,
hay tantos "te quiero" bordados
como razones hay para no dártelos.

Pero de los sueños de la razón
nunca surgirá nada,
porque la razón no sueña
sino que se enfada
porque el día acaba sin las respuestas que buscaba.

Del letargo del alma,
que nunca es letargo,
del descanso del corazón,
que nunca descansa,
nace el ferviente deseo
de atraparte en mis brazos
hasta que escuches del primero al último
los "te quiero" que tanto me guardo.