Qué es la valentía si no se es valiente, si no coges la hoja del diccionario por la letra v y haces con ella un avión de papel en el que metes tus sueños y los lanzas al aire con todas tus ganas para ver hasta dónde llegan. Qué sería de la libertad, nada más que una palabra bonita, si no empezáramos por definirla como nos diera la gana, usarla cuando quisiéramos y traducirla a otros idiomas con sonidos inventados. Qué sería de los principios, de la vida, que es en sí caos y cambio, si nuestra vida no fuera en sí un cambio permanente, una voluble y concienzuda expresión de nuestro yo más intenso e interno, y al mismo tiempo, un terco y definido reflejo de una ambición clara. Ay, qué sería de la felicidad si no la buscáramos a costa de todo y de nada, si no la persiguiéramos pertrechados con tantas armas que nos hicieran daño hasta en el sentido común, si no dejáramos volar nuestra imaginación tan lejos que la razón apenas pudiera seguir su camino, ni siquiera su estela, ni siquiera el rastro en el recuerdo de aquellos que la vieron pasar. Qué sería de tantas cosas si no las hubiera visto en ti, si no me las hubieras contagiado, inculcado, contado, demostrado, a veces negado o renegado, si no las hubieras llevado grabadas tan a fuego en tu piel que hasta las células las sienten. Qué sería de mí, más que un nombre, un DNI, si no fuera por ti. Y qué contento estoy de mí, por ti, porque hasta las cosas en las que no nos parecemos me gustan, bien porque me gustan en ti, bien porque el hecho de que las personifiques las han borrado de mi ser. Eres como la probeta gigante de un científico loco que olvidó la ciencia y cuya única hipótesis es que la vida está para vivirla. Gracias por enseñarle al mundo, por enseñarme a mí que equivocarse puede ser bueno y que ser feliz es algo tan impagable que merece la pena arriesgar hasta lo que uno no tiene por el mero hecho de poder tenerlo todo. Gracias, porque solo pensar que estás ahí, que te tengo de ejemplo de tantas cosas buenas y, seguramente, para que no me corrijas llena de humildad, malas; es el mayor regalo que me has dado nunca. Y te lo recuerdo hoy, en el día de tu cumpleaños. Qué egoísta soy. Justo eso no lo aprendí de ti.
Felicidades mamá.
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