Qué poco hay que decir
cuando las palabras no valen nada,
y es mejor rendirse y solo sentir.
Qué inútiles los pensamientos,
cómo duelen los recuerdos,
cuando el pasado se escapa
y el futuro no quiere llegar.
Y un día, una caricia basta
para cubrirlo todo con felicidad,
para estremecer el alma
y darle alas para volar.
Latidos que se resuenan
con el eco del dolor,
llorando qué bonito es amar
cuando hay una razón.
Qué inservible el tiempo
cuando solo pasa,
qué estúpida el alma
cuando es simplemente una tela
sobre el cuerpo moribundo de la pasión.
Se quiebra el viento como una hoja seca
cuando se escapa en un suspiro de frustración.
Un recorrido lento que, por dentro,
revuelve las palabras que se marchitan
y se pudren, encerradas sin compasión,
cuando la felicidad abrió sus alas y voló.
Y cada latido retumba y arrasa,
vibra contra el cuerpo que se vuelve a estremecer,
y el corazón sigue corriendo, soñando
con volver a encontrar los colores
que inundaron un lienzo de pura emoción.
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