De cara al horizonte: Un diente de ajo

miércoles, 16 de junio de 2010

Un diente de ajo

Un gusano de metal recorre las entrañas del animal, como si un tren recorriera la ciudad. Alguien mira a través del cristal mientras otro lee. Un grupo de amigos hablan y bromean los unos con los otros. Fuera, los árboles se desdibujan al pasar, se emborronan, se alejan temerosos de que el bicho devore sus ramas. A lo lejos comienza a escucharse una melodía. De repente, ella irrumpe cojeando en el vagón y habla, con voz temblorosa y desgastada, de su hija a la que no puede mantener, de un estómago al que no puede alimentar. Comienzan entonces las dudas, los prejuicios... En las caras de los pasajeros se refleja la indiferencia muda que la vergüenza atrapa como puede para que no salga huyendo. En el aire se siente el muro que ha levantado el silencio y los parapetos que tras él se han construido para no dejar entrar ni un atisbo de conciencia. Su discurso acaba, y de forma lastimera vuelve a tocar la armónica, pasando con mucho esfuerzo entre los pasajeros a los que ofrece una bolsa donde purgar su alma. Poco a poco avanza, y al final, el pesado sonar de sus pasos se pierde, el lamento agónico de su música se diluye. Tras de sí, los muros han caído, la vergüenza ha soltado a la indiferencia y se ha marchado pegada a los talones de la mujer, quien la llevará a otro vagón. Tras ella, todo vuelve a la normalidad, y lo único que queda es el sabor amargo de aquel que muerde, sin querer, un diente de ajo escondido en una bolsa de caramelos.

1 comentario:

Naia Marlo dijo...

¡Qué bueno, Ángel! excelente descripción de un hecho tan común en los metros de Madrid, Barcelona o cualquier ciudad. Realmente es un diente de ajo en una bolsa de caramelos. Es una situación que crea y provoca muchos sentimientos con emociones varias.
Me ha encantado.

Te dejo un abrazote silencioso envuelto en aromas divinos,


Naia