De cara al horizonte: Pinceles

martes, 21 de junio de 2011

Pinceles

Si dejara que sus manos camparan a sus anchas quizás dibujara un cuadro tan horrible que no habría lienzo que quisiera albergarlo, ni pared donde colgarlo. Sólo tendría cabida en ese lugar donde pasan las horas y los minutos, donde todo el mundo sabe, desde el calcetín perdido hasta la mota de polvo de dejabo de la cama, que huele a podrido. La muerte ya anunció su llegada y el filo cortante de su guadaña se siente en el aire que inflama la garganta y hiela el alma, si es que aun existe. Al abismo del frío suelo, del fondo de tan horrible lugar, se encuentra abocado su espíritu, que tantas veces se ha levantado y caido que ya no sabe si está en pie o vuelve a retozar con la desgracia. El sol lo inunda todo pero no hay luz ni esperanza, solo los gritos de un algo que se cae, se derrumba sin remedio, dejando un amargo sabor a ron sin el consuelo de haber empezado con un dulce caramelo. Finalmente dibujó su cuadro y perdió la cordura, que se fue con cada violento brochazo, mientras el lienzo gritaba horrorizado ante el macabro espectáculo. Lo que mal empezó mal acabó, así como lo que nunca debió empezar. Quién le regala pinceles a un loco que sangra su alma con acuarelas de colores, que malgasta su tiempo esperando aterrorizado el gélido contacto de la guadaña. Quién alberga la esperanza de respirar cuando ya no puede siquiera mirar atrás sin romper la sutura de las heridas que aún escuecen al limpiar.

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