Se miran, se pierden y se encuentran. Todo en un sólo instante. El traqueteo del tren es incesante, acompañado del zumbido eléctrico de una abeja atrapada que busca desesperada la luz del sol. El ambiente esta cargado, maloliente casi. Y aun asi, a pesar del extraño olor, de lo anodino del lugar, de lo común que es cruzar la mirada con alguien más en diez metros cuadrados de puro metal, a pesar de los pesares, ahi están. Él no habria podido apartar la mirada ni aunque quisiera. Las personas a su lado, sus problemas, los de todos, la vida, el universo... todo, absolutamente todo desaparece en su iris azul. No hay palabras, no hacen falta. Y, sin embargo, ya saben el uno del otro más que de ellos mismos. Ella quiere un paseo bajo la luna mientras los grillos cantan intentando volver atraer al sol a lo más alto del cielo. Él, un helado, una película y algo de amor, sentir cómo se hincha el corazón cada vez que siente su aliento, la risa tonta de su estómago al escuchar su nombre en su boca. Han pasado dos segundos, dos suspiros tan largos que a la vida le sale el aire por las orejas. De repente, se escucha la inerte voz metálica de un alma en pena que recorre las entrañas de Londres buscando a una abeja perdida en su propio panal. De repente, ella ya no es ella, él ya no está, y todo lo que había caído en la inmensidad de su iris azul regresa bruscamente a la realidad. Al salir, mind the gap.
1 comentario:
La fugacidad del instante, la eternidad del momento...
Me ha gustado. Un beso.
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