De cara al horizonte: julio 2012

jueves, 26 de julio de 2012

El todo de la nada


Vive en la duda
La indecisión:
La inevitable muerte
De la pasión.

Habita en la indiferencia
El olvido:
Germen de la tristeza
De lo vivido.

Yace en el querer
La oportunidad
De conseguir lo que el alma
Ansía alcanzar.

Dormita en el fin
El principio:
Algo nuevo
Que mude el tiempo.

En los ojos se esconde
El reflejo del futuro
Que la mirada anticipa,
Presiente en el presente.

En el eco de los latidos
Se adivina la intención del corazón.

Todo y nada,
Nunca y siempre,
Vivir y luchar,
Es lo único que merece
Reír y llorar.

viernes, 13 de julio de 2012

El miedo al volante

Hay momentos críticos en la vida de una persona en los que debe decidir si pisa el acelerador a fondo en medio de una curva, con fe en la vida y sin temer en las consecuencias, o si suelta el volante y pisa el freno. Son momentos que pueden durar mucho o poco, que pueden ser casi eternos o durar instantes, pues hay muchos tipos de curvas: cerradas, abiertas, largas, enlazadas...
Momentos en los que no debe pensar en el pasado, dónde ni cómo fue la salida, ni en cuántos adelantamientos hizo, por fuera o por dentro... Momentos en los que, más que nunca, no importa el antes ni importará el después, sólo importa el presente. Porque cuando estás en medio de una curva y sientes que te vas a ir, da igual que sea porque entraste demasiado rápido, porque frenaste demasiado tarde, porque no cogiste bien el vértice... En ese instante lo que importa es cómo vas a volver a la trazada... y si realmente lo quieres hacer; si quieres pisar a fondo y agarrar el volante con todas tus fuerzas, confiando en que todo saldrá bien, o si lo abandonas todo y ves terminar la carrera y empezar la siguiente pensando que pudiste hacer más, afrontando un reto con un agujero en tu confianza en el que es probable que vuelvas a caer. La experiencia lo es todo, y al volante más.
Y si decides arriesgarlo todo, si decides seguir y pisar a fondo, puede que salga bien y todo quede en un susto, que la vida siga y el único recuerdo que quede es el eco del frenético latir de tu corazón, que durante unos instantes estuvo a punto de salir por la boca y poner pies en polvorosa. Si es así, habrás conseguido el éxito. Pero puede que no sea suficiente, que al final acabes fuera y tras de ti queden las humeantes marcas de quien quiso demasiado, más de lo que pudo obtener... Y habrá gente que en esos trazos negros vea las marcas del fracaso: nunca los creas. Nunca te arrepientas de lo que hiciste ni de lo que quisiste hacer: más vale una vida vivida con la impetuosa y arriesgada libertad del corazón que con la lastimera y amargante melancolía de la razón. Aquellos que te reprochen las marcas en el asfalto son aquellos que jamás se atreverían a pisar la pista, los que temen siquiera ponerse detrás de un volante. Y si es así, si acabas fuera y dejas sobre lo gris un trazo negro... habrás conseguido el éxito. El éxito de creer en ti y de creer en la vida cuando esta más te daba la espalda, de sacar fuerzas de donde no parecía haberlas.
Y así estaba, a punto de afrontar una de las últimas curvas de una de las últimas vueltas. Y aún quedaba una distancia eterna para ganar, y aún los tenía que alcanzar y sobrepasar... tantos obstáculos, tan poco tiempo. Y aún así, frenó tan tarde como pudo, se agarró al volante y soñó. Soñó con el rugido de la vida a miles de revoluciones, con pequeños trozos de goma quemada en el asfalto, que no siempre son el símbolo del fracaso.
Más vale frenar tarde y arriesgarse a perder que dejar que el miedo lleve un volante que conduce tu vida.

martes, 10 de julio de 2012

Imagine

La vida es un sendero que hay que atravesar. Unos, los más ilusos, esperan que el sendero siempre sea llano y homogéneo, siempre claro y perfecto. Otros, los pesimistas, caminan viendo en cada pequeña piedra un obstáculo insalvable, en cada pequeño repecho, una cuesta inalcanzable. Los hay que, embargados por el optimismo, casi rallan la inconsciencia, y avanzan sin ton ni son hasta que un día se pegan un tortazo y, una de dos, se convierten salvajemente al pesimismo o se quedan tan anonadados que no se dan cuenta de que el tiempo pasa mientras ellos permanecen sentados recordando aquel golpe de hace tan tiempo.
Por último, están esas personas que viven. Son esa clase de personas llenas de energía que atraviesan el sendero consciente de que todo es cierto y nada es verdad, que no hay piedras demasiado grandes ni chinatos demasiado pequeños como para ser ignorados; sabiendo que el sendero nunca es el mismo; que los golpes no son sólo malos, que no hay nada totalmente malo ni totalmente bueno en la vida.
Él no sabe dónde está, sólo sabe que ya no recuerda que pasó ayer ni quiere saber lo que pasará mañana, que el sol a veces aprieta demasiado pero el invierno no es nunca lo suficientemente crudo. Nunca habrá agua suficiente pero siempre tendrá mantas de sobra porque nunca se cansará de arropar y proteger con pasión su vida.
No hay coherencia ni razón, porque no la tiene nada de lo que nos rodea: ni los latidos del corazón, ni la inexplicable belleza de un suspiro, ni el porqué el amanecer es hipnótico ni el amor un loco sinsentido.
Y nunca se arrepentirá de nada de lo que hizo o dijo, y siempre pero nunca se lamentará de lo que ha vivido. El yin y el yang, la muerte y la vida, la inevitable dualidad de que la alegría y la tristeza, la incoherente existencia de la incoherencia que todo lo inunda con su irracional espíritu de locura.
Hay cosas que son imposibles y sólo imaginarlas ya es una maravilla... maravillosamente dolorosa. Viva la imaginación.

viernes, 6 de julio de 2012

El voraz beso del barco maltrecho

"Los placeres violentos terminan en la violencia,y tienen en su triunfo su propia muerte..."

Hay cosas que nacen por la explosión de sentimientos, que son tan extraordinarias que su existencia depende siempre de un fino hilo del que penden constantemente. Cosas poco comunes, peculiares, extraordinarias, cuya diferencia radica en su propia inviabilidad, en su inexplicable existencia frente a viento y marea. Pero hay mareas y vientos que no siempre se pueden salvar.
Y dicen que el capitán se encerró a bordo y se agarró al timón. Fuera el mar rugía clamando venganza, pidiendo para sus adentros los restos de un navío que maltrecho nació, que maltrecho de mucho sirvió y que maltrecho destinado moriría. Y el capitán sabía que todo iba a terminar, y deseaba el fin de todo porque todo era igual pero nunca era parecido. Los rayos atraviesan el cielo, los truenos el alma, mientras un barco avanza maltrecho, como siempre, con maltrecho brío, esperando un mejor final que arrastrarse entre cabo y cabo con lastimoso navegar.

...del mismo modo que se consumen el fuego y la pólvora en un beso voraz."  Romeo y Julieta.