De cara al horizonte: El miedo al volante

viernes, 13 de julio de 2012

El miedo al volante

Hay momentos críticos en la vida de una persona en los que debe decidir si pisa el acelerador a fondo en medio de una curva, con fe en la vida y sin temer en las consecuencias, o si suelta el volante y pisa el freno. Son momentos que pueden durar mucho o poco, que pueden ser casi eternos o durar instantes, pues hay muchos tipos de curvas: cerradas, abiertas, largas, enlazadas...
Momentos en los que no debe pensar en el pasado, dónde ni cómo fue la salida, ni en cuántos adelantamientos hizo, por fuera o por dentro... Momentos en los que, más que nunca, no importa el antes ni importará el después, sólo importa el presente. Porque cuando estás en medio de una curva y sientes que te vas a ir, da igual que sea porque entraste demasiado rápido, porque frenaste demasiado tarde, porque no cogiste bien el vértice... En ese instante lo que importa es cómo vas a volver a la trazada... y si realmente lo quieres hacer; si quieres pisar a fondo y agarrar el volante con todas tus fuerzas, confiando en que todo saldrá bien, o si lo abandonas todo y ves terminar la carrera y empezar la siguiente pensando que pudiste hacer más, afrontando un reto con un agujero en tu confianza en el que es probable que vuelvas a caer. La experiencia lo es todo, y al volante más.
Y si decides arriesgarlo todo, si decides seguir y pisar a fondo, puede que salga bien y todo quede en un susto, que la vida siga y el único recuerdo que quede es el eco del frenético latir de tu corazón, que durante unos instantes estuvo a punto de salir por la boca y poner pies en polvorosa. Si es así, habrás conseguido el éxito. Pero puede que no sea suficiente, que al final acabes fuera y tras de ti queden las humeantes marcas de quien quiso demasiado, más de lo que pudo obtener... Y habrá gente que en esos trazos negros vea las marcas del fracaso: nunca los creas. Nunca te arrepientas de lo que hiciste ni de lo que quisiste hacer: más vale una vida vivida con la impetuosa y arriesgada libertad del corazón que con la lastimera y amargante melancolía de la razón. Aquellos que te reprochen las marcas en el asfalto son aquellos que jamás se atreverían a pisar la pista, los que temen siquiera ponerse detrás de un volante. Y si es así, si acabas fuera y dejas sobre lo gris un trazo negro... habrás conseguido el éxito. El éxito de creer en ti y de creer en la vida cuando esta más te daba la espalda, de sacar fuerzas de donde no parecía haberlas.
Y así estaba, a punto de afrontar una de las últimas curvas de una de las últimas vueltas. Y aún quedaba una distancia eterna para ganar, y aún los tenía que alcanzar y sobrepasar... tantos obstáculos, tan poco tiempo. Y aún así, frenó tan tarde como pudo, se agarró al volante y soñó. Soñó con el rugido de la vida a miles de revoluciones, con pequeños trozos de goma quemada en el asfalto, que no siempre son el símbolo del fracaso.
Más vale frenar tarde y arriesgarse a perder que dejar que el miedo lleve un volante que conduce tu vida.

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