Bien y mal, mal y bien. Va por la vida intentando siempre saber si actúa como debiera o si está metiendo la pata tan hondo que pueda llegar a manchar su jersey nuevo. Está loco, desquiciado de tanto pensar lo que hace y dice, lo que dijo e hizo, lo que hará y dirá. Lo último que él quiere es causar daño a nadie y, sin embargo, a veces lo hace. Entonces cae abatido ante la impotencia de querer saber por qué y no encontrar sino más preguntas sin respuesta. Y cuando aún no ha acabado con una, ya está la siguiente rondando su cabeza, buscando un buen sitio donde posarse y sembrar la duda y la incoherencia. Al final, acaba por desistir, por ocultar toda la mierda bajo la alfombra y esperar que al despertar, los bultos desaparezcan sin más.
Al abrir los ojos, todo sigue igual. Y en su búsqueda del bien y el mal se topa con la escurridiza verdad. Remueve la casa, lo pone todo patas arriba, mas la verdad no se busca ni se tiene, la verdad a veces ni siquiera existe. Pero él no atiende a razones ni a sinrazones, él sigue pensando cada paso que da con la intención de no pisar demasiado fuerte, no sea que rompa la baldosa o esta se pueda quejar.
La gente le mira extraño cuando lo ve dudar bajando los escalones, cuando nota en su mirada el debate interno de su mente ante las más simples preguntas. Y entre tanta verdad, entre tanto bien y mal, nunca se dará cuenta de que las cosas no son, las cosas fueron o están siendo. En una película, puedes pensar si lo que ya has visto estuvo bien o mal, pero quizás por culpa de ello te pierdas la mejor escena, y quizás nunca te des cuenta del grandioso final porque quieres adivinarlo antes de que llegue a empezar.
Pobre Pablo, ni siquiera se da cuenta de que está viendo una película. Está más preocupado en no infligir demasiado daño al sofá.
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