De cara al horizonte: Por lo que pueda pasar

domingo, 29 de enero de 2012

Por lo que pueda pasar


Aún me pregunto por qué, y cuando lo hago, todo pierde sentido. No es que antes lo tuviera, nunca lo tuvo; pero al cuestionarlo, lo que antes era una intuición se convierte en una maraña indescifrable de hechos, de sentimientos y deseos que no tienen orden ni concierto, que siguen la lógica irracional de la vida. Y aun así, sabiendo que no sirve de nada, una y otra vez vuelvo a preguntarme por qué, y me desespero al encontrar preguntas en vez de respuestas, interrogantes en vez de soluciones. Quizás sea que nunca he sentido algo así, nunca he tenido la sensación de dar una explicación a mis emociones porque éstas nunca fueron tan fuertes. Sé que sólo es distinto en mi cabeza, que todo sigue igual, que los sentimientos siguen siendo los latidos incontrolados del corazón, que la razón no es más que el burdo e inútil intento de ordenar las gotas de agua del mar, los fideos de una sopa. Pero cómo no asustarse cuando el corazón retumba tanto en el pecho que uno siente que le vibra el alma, haciendo tambalear los cimientos de aquello que pensé que era firme como una roca y ahora resulta ser tan frágil como los pétalos de una rosa helada en invierno. Voy dando tumbos, casi a ciegas, sé que no voy en linea recta pero es lo más recto que puedo ir. Y por el camino, voy dejando heridas que me pesan, también alegrías que a veces si, otras no, compensan. No es diferente, pero es más grande, no es distinto, pero lo es. Nunca antes me miré a los ojos en el espejo y vi dentro tanto y tan poco al mismo tiempo. Pero no son estos los ojos que quiero ver, ni éste el corazón que quiero oir latir, no al menos solos. Y no están solos de hecho, pero de hecho lo están.
Porque dentro del ying hay yang, y dentro del yang hay ying. Porque ya no sé dónde estoy, sólo espero que el tiempo o tú vengáis, me cojáis de la mano y, por una vez en mi vida pueda reposar la cabeza en un hombro que no sea el mío y que no retumbe tanto como mi corazón. Mientras, en mi alma siguen sonando fuerte los latidos de este alocado, ciego y testarudo, que avanza sin mirar dónde pisa, sin pisar donde mira, con tanta energía que sólo es capaz de seguir de frente. Cuando lleguen las curvas, Dios dirá. Mientras, preparo el freno de mano por lo que pueda pasar, aunque me sudan las manos de sólo pensar.

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