- ¡Párate!
Esa repentina rotura de su caótico silencio intrapersonal fue tan brusca e inesperada que casi tropieza y se cae. De repente, la realidad se hizo presente, como si acabara de despertar de un trance. Avanzaba tan rápido que aperas era consciente de su propia respiración. El latido de su corazón marcaba el ritmo de sus pasos que cada vez eran más rápidos intentando seguir el estruendoso palpitar de su corazón, el cual latía más y más rápido intentando seguir el ritmo de los pasos: un círculo vicioso y sin un fin, con un solo propósito: vivir.
Y una vez detuvo su frenético paso, su mente recobró la consciencia visual y sonora. Era de noche, tan de noche que ni las estrellas se atrevían a asomarse al cielo, tan sólo la Luna en su condición de señora mayor osaba aportar algo de luz a la densa oscuridad. Y sus tenues pero anormalmente bellos reflejos iluminaban una rocosa playa que se extendía a su alrededor y a la cual el mar enfurecido llegaba rugiendo con rabia , echando espuma por la boca en forma de miles y miles de olas. La luz brillaba en ellas y le otorgaba una extraña magia a aquel hermoso y fantasmagórico lugar. Y allí estaba, por fin consciente de su corazón, de su respiración y del lugar a donde los pies le habían llevado, cuando recordó la voz. A su alrededor no había nadie.
- ¿Quién eres?-, preguntó aún con la respiración entrecortada y casi sin aliento.
- ¿Y eso qué más da? Sólo quiero hablar contigo.
- ¿Conmigo? ¿De qué?
- De ti. Quiero que dejes de hacerme sufrir.
La situación se volvía esperpéntica por momentos.
- ¿Que deje de qué...?
- ¡De hacerme sufrir! -contestó casi sollozando.
- Pero, ¡dime quién eres!-, le respondió molesto.
- Eres un necio.
- ¡Quién eres!-, rugió con todas sus fuerzas.
- Soy tú, maldito ignorante. Eres tan egocéntrico que ya no te reconoces ni a ti mismo.
Nada tenía sentido pero, ¿qué es la vida sino el mayor de los sinsentidos? Aunque tenía tentaciones de cerrar los ojos y volver a caminar tan rápido como sus piernas le permitieran, decidió ver dónde acababa todo aquello. Después de todo era muy propio de él tocar las narices en los momentos más inoportunos, aunque siempre con buena intención.
- ¿Por qué te hago daño?
Durante unos instantes lo único que se oyó fue el murmullo escandaloso del mar, acompañado por el de la brisa. La verdad siempre se toma su tiempo para salir a la luz, aunque sea a la de una solitaria Luna.
Se oyó un profundo suspiro, tan hondo que parecía que se iba a tragar el universo entero. Después, comenzó a hablar, al principio con congoja: los nudos se acumulaban en su garganta yle costaba decir dos palabras seguidas.
- Es... estoy... cansado.
Y aunque no podía verlo casi podía notar que en algún sitio, en algún lugar, una lágrima acababa de brotar, conteniendo tanta amargura que ni siquiera la Luna podía hacerla brillar.
- Estoy agotando... no puedo más, ¡no puedo más! ¡Tienes que dejar de ser tan insensato! Estoy harto de que hagas latir tan fuerte al corazón, tan rápido, para que luego no sirva de nada. ¡Deja de enamorarte! Es imposible, pero por lo menos no le des alas, ¡algún día nos vas a matar! Siempre, siempre haces lo mismo. PRimero lo niegas, pero en realidad te hierven las venas cuando notas siquiera su presencia cerca de ti, ni qué decir cuando no te habla o te sonríe... Y, por fin, cuando te das cuenta... ¡no paras! Al contrario, ¡te vuelves más loco todavía! De repente, ya no existe ni el tiempo, ni el espacio, ni tan siquiera tú. En cada instante entregarías tu propia vida, te arrancarías el corazón por ella.
- ¿Y para qué lo quiero si no? ¡Para qué quiero vivir entonces!-, contestó enfurecido por su estúpido razonamiento.
- ¡Yo también quiero vivir, maldito egocéntrico!
- ¡Tú no eres nadie!
- ¡Yo soy tú, estúpido! ¡Más racional y sensato, pero tú al fin y al cabo! Y estoy cansado de que quieras lo imposible, cada vez que lo intentas y fracasas me hundes un poco más.
- Yo no lo intento, ¡lo hago! Intentarlo es de cobardes, hago lo que tengo que hacer para ser feliz, otra cosa es que a veces lo que haga no salga bien. ¡Pero lucho! Y no me arrepiento de ninguno de los "fracasos" como tú los llamas, simplemente continúo hacia adelante.
- ¿Es que no te das cuenta de que si no te llego a detener ahora mismo estarías ahogándote ahí dentro?-, gritó refiriéndose a las olas que delante de él se peleaban a muerte para morir todas en la orilla. Sin embargo, él estaba convencido de que todo iría bien.
- Nunca lo entenderás, -le dijo con resignación-, si por ti fuera nunca me levantaría del suelo cada vez que me caigo.
- Si por mi fuera quizás no te caerías.
- Puede, pero eso significaría que no estoy caminando. Quiero luchar, llorar, gritar, correr, nadar, seer feliz... quiero vivir. Y sé que me caeré muchas veces, pero incluso en el suelo llegaré a contemplar cosas que otros nunca jamás verán. Y cuando me levante, estaré cansado y puede que dolorido, incluso a veces pensaré en no levantarme. Pero cuando lo haga, tendré tanta hambre que me comeré el mundo de un sólo bocado.
- ¡Hay cosas que son imposibles!-, le contestó tercamente su yo racional.
- Pero sólo imaginarlas ya es una maravilla-, le respondió él.
- Maravillosamente dolorosa-, le replicó de nuevo con melancolía.
- Creo que me arriesgaré.
Y, sin más, echó a correr hacia el mar. Las olas y la oscuridad dieron buena cuenta de él, visualmente hablando, claro, pero su espíritu brilla más que todas las estrellas de la noche.
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