Se ahoga el corazón cuando no respira,
cuando no late nada en su interior,
se agota y desespera cuando la sangre
por dentro quema y por fuera está a punto de helar.
No te martirices, ingenuo,
tus lágrimas ya no vendrán,
tus lágrimas ya no vendrán,
porque no las liberaste
cuando tu alma te quiso gritar.
Porque el miedo te ata,
te envenena y te ciega,
dejando tu destino al azar
de un paso incierto en medio
de la oscuridad.
No hay normas, no hay caminos
para que puedas encontrar
la luz que en tus sueños
ahogas y que despierto ignoras.
No hay consuelo si no hay dolor
pero sí hay dolor si no hay consuelo,
y con ello, un horrible desvelo
que te sume en una noche sin final.
Grita, corre, huye, miente,
que la verdad te quiere matar,
con el afilado cuchillo que la retiene
en lo más hondo de tu pesar.
Descansa, siente pero no pienses,
ya no hay nada que hablar,
las palabras se quedan cortas
cuando no encuentran su lugar.
Escucha el latido apagado
de tu corazón agotado,
cansado de bombear
una ilusión rota que solo alimenta
tu soledad.
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