domingo, 26 de septiembre de 2010
Un chicle helado
Y se despertó en medio de la oscuridad con la absoluta certeza de que en si vida algo iba mal, alguna de las piezas del puzzle no acababa de encajar. Y al abir los ojos encontró entre sus manos trozos punzantes que rasgaban su piel. Y al mirar, halló su corazón roto en pedazos, bañados en lágrimas sin color, en lágrimas rojas. Y sintió que el gato pardo de la ventana se burlaba de él, que la Luna le miraba con desprecio y sin pudor, que su alma clamaba compasión. Sintió tanta soledad que la habitación se hizo más y más grande, y él, más y más pequeño, hasta que llegó a confundirse entre las motas de polvo que habitaban bajo su lecho. Aquellas que, alérgenas, contemplaron cómo caía un coloso, cómo se derrumbaba un corazón, cómo una rosa parda enamorada de un gato rojo se marchitaba sin perdón, regalándole al tiempo, impotente y dolorida, cada uno de sus pétalos, hasta quedar desnuda y cubierta de pinchos con rencor. Y es que todo tiene que acabar, porque seguir prolongando algo que ya llegó a su final es como estirar un chicle helado a la luz de las estrellas.
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1 comentario:
Que triste. Espero que no se te hiele el corazon de estudiar tanto Angel!
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