De cara al horizonte: Sangre escarchada

martes, 16 de octubre de 2012

Sangre escarchada

Sale el sol y todo lo ilumina: los valles, los árboles, los tejados de las casas, las farolas y hasta las hojas muertas de mi juventud. Y todo hace sombra, siluetas deformadas, alargadas y oscuras que impregnan el suelo con su siniestra, inquietante y calmada presencia. Las peores son las nubes, grandes y voluminosas, blancas o grises, pero siempre grandes con sombras grandes, con luces tristes a veces. Aun así, el sol sale y lo ilumina todo.
Pero el sol ya no da calor... los pájaros tiritan en las ramas de los árboles y huyen de sus sombras, los gatos callejeros se tumban panza arriba en las aceras... pero nada. El suelo, impertérrito, permanece como el hielo... frío, como su corazón. Un corazón que late de pura inercia, que siente por la mera presencia de un libro invisible que todo lo ordena, en el que la historia escribe el papel exacto de cada uno sobre la faz de la Tierra. Ni siquiera sus lágrimas tienen sal, porque sus ojos ya no son capaces de llorar sus penas. Y las alegrías vienen y van, y dejan alguna sonrisa, pero la tristeza tiene su rincón en el etéreo transparente que llaman alma. Un rincón cada vez más grande, cada vez más oscuro, cada vez más invisible pero siempre presente, resonando en el eco de cada latido inercial, en ese sonido silencioso que mueve el aire cuando muere un ruido. Hay palabras que se ahogan en la garganta, hay sentimientos que fluyen por las venas pero no llegan al corazón, que los lleva de un lado a otro sin darse cuenta de que en su rutinario existir se ha colado un polizón. Hay soles que no calientan nada, pero cuyas sombras son tan frías que hasta la sangre se escarcha.

No hay comentarios: