martes, 16 de noviembre de 2010
El despertador dormido
Hoy, a la luz de la oscuridad, contemplé mi alma. En un latir sin querer escuché el ritmo de mi corazón, el aleteo acompasado de las gaviotas que sobre la mar esperan encontrar a un salmón con alzheimer. Hoy, abrí la celda de los sueños fantasiosos, y estos huyeron despavoridos, buscando el son de otro cantar. Hoy entendí frente al reflejo de unos ojos rojos que la arena no es buena para hacer edificios, que sobre el barro todo resbala y se tambalea, que sobre el aire, todo viene y todo va, y en el camino deja su marca a fuego en la sien. Hoy escuché como suena mi melodía cuando la canta otro animal. Mañana, horriblemente asustado, abriré los ojos a la luz, abandonaré al abismo a los gusanos destinados a pudrirse entre rosas de plástico y tazas de manzanilla amarga, hasta que el olor sea tan fuerte que las moscas no quieran ni parar. Mañana, seguiré como sigue el río, sin pararse a pensar si la ladera es buena o si quiere llegar al mar. Mañana volveré a caminar entre el día y la noche, entre el cielo y la tierra, esperando un soplo de aire, un frío despertar, un despertador dormido que algún día sonará a la hora de la siesta.
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