De cara al horizonte: El vigués que devoró la Gran Manzana

martes, 16 de noviembre de 2010

El vigués que devoró la Gran Manzana

Es pura energía, quizás demasiada, pero dicen que más vale que sobre a no que falte. En su mente todo funciona de forma distinta, de forma singular. Donde hay un hoja en blanco él ve oportunidades, imágenes, sentimientos... No se rinde, no tiene límites, es como un caballo desbocado que no encuentra obstáculo alguno. Es de esas personas que en diez años habrá vivido más cosas que el resto de nosotros en dos vidas. Y, a fin de cuentas, es un buen amigo. Está en lo bueno, en lo malo, siempre que necesito alguien que me escuche, sé que en la habitación de minusválidos para válidos del cuarto derecha tengo un lugar, un lugar donde no existe el no puedo, donde los sueños más idealistas tienen su lugar, donde no hay cabida para lo imposible, porque lo imposible es solo aquello que es un poco más difícil de conseguir. No puedo encontrar forma de agradecértelo, porque cualquier cosa que haga será insignificante en comparación. Lo único que puedo hacer es pensar que siempre estaremos el uno para el otro, porque recuerda que siempre estaré para apoyarte en tus locas aventuras, en tus disparatadas ideas. Me gusta imaginar que, pase lo que pase, allá donde la vida me lleve (a Maranello, Getafe o la caja de un supermercado), seguiré teniendo un lugar donde alguien me escuche en la habitación de minusválidos para válidos del cuarto derecha o en un gran apartamento con vistas al Central Park y una Harley en el garaje en la casa de un famoso publicista de la Gran Manzana con ligero acento gallego.
Gracias jefe PIS.
Con cariño, de tu ayudante al mando.

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