miércoles, 10 de noviembre de 2010
Cuando la Luna se confunde de lugar
Cuando la Luna aparece donde no debe estar es inútil obstinarse intentando que se marche del lugar. En su equivocación permanecerá toda la noche, y su reflejo nítido y frío permanecerá en la retina de las aves nocturnas, aquellas que murieron de hambre esperando a que ella volviera a donde solía estar. Y buscar entre las nubes gotas de rocío que mañana descansarán en las hojas secas de un tulipán, que se encuentra allí por el mero hecho de rimar con la tierra que la quiere albergar. Corta pero intensa, en su seno alberga las razones de que mañana llueva, y no son otras que un puñado de estrellas malcriadas que salen de fiesta a horas poco recomendadas. Y al amanecer, un pájaro reposa sobre el cadáver de su homónimo nocturno, el que pereció pensando que la Luna volvería a dormitar en el lado del cielo reservado para tal eventualidad. Y al atardecer, un estornudo estruendoso, un alma que quiere escapar de las garras de la pasión que ha encerrado al corazón y a la razón en una cárcel de hielo, frío como la noche, como el cadáver de un tulipán oportunista que sucumbió al peso del rocío.
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