De cara al horizonte: diciembre 2011

sábado, 31 de diciembre de 2011

Sin regalo

Ya te vas, estás diciendo adiós. Y el siguiente es tan maleducado que no espera a que hayas abandonado la sala. Todo el mundo agita sus manos y esboza sonrisas, algunas reales, otras falsas. Y tras de ti has dejado lo mismo que otros, solo que con otra forma. Has dejado amor, has dejado tristeza, soledad, esperanza, problemas, soluciones. Has traido la muerte y también la vida. Has dejado un poco de todo, puede que no a partes iguales, pero siempre has cultivado los dos lados del yin y yang. Y el que viene, al que todo el mundo recibe con alegría e incertidumbre, poco más podrá hacer, simplemente, adornarlo para que parezca distinto. La alegría cobrará nuevas formas, la espranza otros colores, la tristeza tendrá nuevo disfraz... pero, al fin y al cabo, todos estarán en la gran fiesta que es la vida. Yo he venido sin regalo, espero poder pasar y dentro encontrar algo. De momento, me voy de la anterior con las manos llenas, de cal y de arena, pero no me pararé a separarlas. Lo tiraré todo al suelo y a ver qué encuentro por el camino. Sea lo que sea, pido al cielo tener fuerzas para recogerlo. Hay cosas que son imposibles y sólo imaginarlas es una maravilla. Maravillosamente dolorosa.

jueves, 29 de diciembre de 2011

Diálogo de fondo

Y en el fondo sé la verdad, y no tan en el fondo también. Y sin embargo hago como que todo va sobre ruedas bajo la luz de la luna a pesar de que hay más sombras en la noche que gotas de agua en el mar. Me preguntas, entonces, por qué y yo te respondo y por qué no, que qué sentido tiene saber siempre la verdad, que es más valiente a veces el que se miente, porque él tiene agallas para caminar entre la penumbra de la incertidumbre y no entre la claridad de la penosa certeza. Y tú me dirás que qué sentido tiene y yo te responderé que no lo sé, pero puedo decirte que si todo tuviera un porqué no existiría el amor. Las cosas dependen de cómo se miren, lo cual puede ser muy peligroso. El tiempo pasará y te dará la razón mientras yo me ahogo en un mar de pesares. Pero tu risa retumbará en un corazón marchito y amargo, mis lágrimas brotaran de uno triste pero vivo, vivamente desilusionado, aunque sea solo durante el tiempo que tarda una ola en llegar a las rocas. Las cosas dependen de cómo se miren, lo cual puede ser muy peligroso.

lunes, 26 de diciembre de 2011

La burla de los grandes

Iba caminando, tranquilamente, con miedo, sí, pero confiado en poder seguir. Ante él, la incertidumbre de la oscuridad, de quien no sabe lo que se encontrará dos metros más allá, sobre qué suelo estará pisando, si es que acaso habrá suelo que pisar. Y, de repente, la eternidad se mostró ante él. El cielo pasó del más absoluto ostracismo a la luminosidad absoluta. Y bajo él, un camino infinito, largo, del cual no podía acertar a distinguir el final. Entonces apareció el miedo de verdad, la desconfianza, y se dijo a sí mismo que no le había pedido a nadie saber tanto y ahora lo sabía todo, sabía que tendría que caminar hasta que el último nervio de su cuerpo dejara de tener nervio tanto si le gustaba el camino como si no. Caminante no hay camino, se hace camino al andar. Y él mismo se burló de aquel que nunca se había encontrado con la certeza absoluta en alguno de los latidos de su corazón. Comenzó a andar, resignado, con la esperanza de que algún día un chaparrón de agua fría lo despertara de la cárcel de su sueños, encontrándolos a estos moribundos en su corazón con las manos manchadas con la sangre del delito. A veces merece la pena, a veces no, lo cual siempre da igual.

martes, 20 de diciembre de 2011

Sueños de goma quemada

Y en medio de la noche comprendió que nunca dejaría de tropezar, porque aunque sabía que, con casi total seguridad, se caería, la mínima esperanza de poder saltar y permanecer en el aire aunque fuera un sólo instante habría merecido la totalidad de su vida... Y una vez en el suelo, renegaría de todo lo que acababa de pensar. Era cierto según en qué momento: en el aire todo es posible, en el suelo todo es negro, y a mitad de camino sólo hay tiempo para llenar la mente con sinsentidos que aparten a la razón de tan arriesgada empresa. Porque los sueños son aquello que hacen que el corazón vaya más rápido o más lento, porque sin ellos, la vida sería un paseo aburridamente confortable. Sabe que se ha pasado de frenada, pero en la próxima curva volverá a frenar tarde... siempre hay tiempo de contravolantear... y si no, Dios dirá. Al menos, lo último que oirá será el chirriar de las ruedas derrapando en el asfalto, y el olor a goma quemada de aquel que dejó las dudas en el garaje.

martes, 13 de diciembre de 2011

Heridas de guerra

Vuelven a elevarse los muros
de la infinita inconsciencia,
aquellos que levantan humo
ante tu palpable presencia.

Vuelven los pájaros a cantar
a la luz de una Luna siniestra,
aquellos que por el día amenecen
mudos y muertos de impaciencia.

Vuelven y se van,
vienen pero no se quedan,
en mi corazón siempre dejan
su indeleble huella.

Eres tú, y quienes ya fueron,
y aquellos que serán
en mi cabeza un quebradero;
quienes siembrar una semilla,
alimentan su juventud,
y en el momento de la madurez,
la dejan marchitarse hasta perecer.

Soy yo el que empuja a su corazón
a latir mucho más fuerte,
tanto que en el pecho se siente
que parece que va a salir.

Pero fuera no es más que carne,
inerte y manchada de sangre,
la que deja el amor perdido
en una tarde de invierno sin sentido.

Y algún día llegarás y dejarás tu marca,
pero te quedarás para poder curarla,
y cada noche que a mi lado despiertes
comprenderás que mi alma no miente,
y si te mira a los ojos vehemente
es porque tiene tu nombre bordado
en cada uno de sus pliegues.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Ni contigo ni sin ti

Tantas veces te he cerrado la puerta que ya no tengo dedos en las manos ni en los pies para contarlas, ni siquiera aunque cogiera los tuyos podríamos conseguir un número. Y sin embargo, vuelves una y otra vez, eres tan insistente y tenaz como torpe, pero menos torpe que yo. A pesar de que hayas venido mil veces, siempre con la misma ropa, con la misma expresión picaresca en la cara, con el mismo brillo en los ojos, entre malicioso y astuto; a pesar de todo ello, de que en cuanto llamas con tu característica forma de acariciar la puerta te reconozco, siempre vuelvo a caer. No sé por qué, pero al final acabas en mi salón, acaparando el sofá y todo el espacio, para después ir a la cocina y dejar la nevera vacía. Lo ocupas todo con tu incesante charla vacia que sólo promete pero nada cumple, que todo lo dice pero no dice nada. Y aunque tantas veces ha pasado ya, cada vez que anuncias que te vas, siento que te llevas de mí un trozo de mi alma y otro de mi corazón. Incluso hay veces que tras la puerta puedo escuchar tus pasos alejándose y el pedazo de mi corazón latiendo sobre la palma de tu mano, mientras un silbido extrañamente melancólico, el de mi alma en tu bolsillo, flota en el aire incesantemente hasta que por fin me duermo. Y al despertar, el salón está sucio, la nevera vacía y la almohada empapada de las lágrimas que en la libertad de los sueños derramé sin querer queriendo. Resignado, pongo la almohada al Sol, que se lleva la huella pero deja la herida. Es entonces cuando juro solemnemente que no volverás a entrar, y mientras maldigo tu existencia, fantaseo con la próxima vez en que vengas y te pueda decir lo mucho que te puedo odiar. Y sin embargo, hasta las ratas del sótano saben que me hervirá la sangre y me quemarán las venas cuando vuelva a oir tu voz al otro lado de la puerta. Ni contigo ni sin ti, que maldición tan eterna. Cada vez que te vas, se despega de mi un fragmento de mi vida; cada vez que vuelves, lo pinto corriendo para que pienses que no hay nada vacío. Tú sabes que me mientes y no puedes dejar de mentir, yo sé que me mientes y no puedo dejar de dejarte mentirme. Y así, algún día volverás y llamarás a la puerta, y al abrirla encontrarás un montón de garabatos de una vida que mutilaste por fascículos.