Y en medio de la noche comprendió que nunca dejaría de tropezar, porque aunque sabía que, con casi total seguridad, se caería, la mínima esperanza de poder saltar y permanecer en el aire aunque fuera un sólo instante habría merecido la totalidad de su vida... Y una vez en el suelo, renegaría de todo lo que acababa de pensar. Era cierto según en qué momento: en el aire todo es posible, en el suelo todo es negro, y a mitad de camino sólo hay tiempo para llenar la mente con sinsentidos que aparten a la razón de tan arriesgada empresa. Porque los sueños son aquello que hacen que el corazón vaya más rápido o más lento, porque sin ellos, la vida sería un paseo aburridamente confortable. Sabe que se ha pasado de frenada, pero en la próxima curva volverá a frenar tarde... siempre hay tiempo de contravolantear... y si no, Dios dirá. Al menos, lo último que oirá será el chirriar de las ruedas derrapando en el asfalto, y el olor a goma quemada de aquel que dejó las dudas en el garaje.
1 comentario:
PRECIOSO!
Publicar un comentario