lunes, 8 de febrero de 2010
Decir
Mírame a los ojos y dime si no ves un brillo difuso, el lamento errante de una luz palpitante que en el pasado olvidó su existencia y del futuro no quiso saber nada. Dime al oído si no sientes la desesperación de un alma dolida, que busca refugio en la paz de una noche ennegrecida por el hoyín de aquella luz que tanto brilló. Quiero la verdad, al menos tu verdad. Quiero que me digas que conoces la historia de mi amigo, aquel que lleva corriendo tanto tiempo una maratón llena de obstáculos, saltos, baches y ríos. Dime que sabes que hay que darle nueces porque le sientan bien, y que si le das muchos disgustos puede acabar hiperventilando en la cuneta de una calle peatonal. Quiero que sientas la inmensidad de lo oculto, de aquello que se mece tras mis miradas, que se trasluce de mis palabras vanas, que se advierte vagamente en mis gestos de conveniencia. Dime que recogerás las gotas que caen de la ventana empañada, que con ellas alimentarás los recuerdos de aquel que las poseyó. Quiero saber que limpiarás el cielo de excrementos y llenarás con ellos la maceta de una nueva planta, que crecerá vigorosa hasta nuevo aviso. Quiero respirar y sentir que, estés donde estés, comprendes que una "a" puede querer decir muchas cosas, incluso llegar a ser una "e", y si me apuras, una "o". Dime algo, pero no te quedes callado mientras observas con gesto de tristeza y compasión a veces, otras, de indiferencia muda y consentida, cómo el agua va del mar al cielo, y antes de poder decir adiós, vuelve a sentir las cosquillas que los peces le producen al nadar aleteando sin cesar.
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1 comentario:
Salvo por la palabra que ya te comenté, que me sacó un poco de la lectura, el texto es muy bonito.
Besicooos
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