Y de repente, allí estaba de nuevo. La oscuridad volvía a cernirse sobre el cielo como un manto infinito, lleno de pequeñas pelusas que algunos en la selva decían que eran las estrellas, el alma de miles y miles de nómadas que tras siglos y siglos de caminar por el mundo, su cuerpo les abandonaba, pero su espíritu, incansable, seguía dando vueltas, regalando un poco de ellos a cambio de nada. Y allí estaba Nomadi, sentado en el camino, con Enzo a su lado. Mucho tiempo había pasado desde que habían empezado a caminar juntos, desde que el feroz lobo le enseñara sus fauces al pequeño nómada en medio del bosque, desde que, inexplicablemente, unieran sus destinos para vagar por el mundo juntos; desde aquella vez que un jaguar les atacara y... bueno, tantas y tantas otras cosas.
Momentos en los que rieron tanto que el universo entero vibró con sus carcajadas, en los que la alegría inundaba tanto que ahogaba y se formaba un nudo en la garganta que incluso llegaba a doler, pero no importaba, porque era alegría. Momentos en los que la tristeza era tan densa y oscura que la propia noche parecía el día... Instantes en los que no supieron que hacer, porque hay veces que la vida nos pregunta tantas cosas que nos deja sin respuestas, veces en las que la verdad es tan profunda que alcanza la propia raíz de nuestra existencia. Segundos en los que el corazón dejó de latir, expectante, esperando que Nomadi hiciera algo, porque hay veces en los que la razón no tiene respuestas y la sangre que por nuestras venas fluye late y se siente con fuerza, apuntando a la dirección correcta.
Nomadi y Enzo se habían encontrado con grandes obstáculos, y hubo momentos en los que pensaron incluso en no seguir y abandonar, momentos en los que, tiempo después, creyeron tomar decisiones incorrectas. Pero ya todo daba igual. Porque el pasado, pasado está, y sea como sea, les había llevado a donde estaban: sentados al borde de una roca inmensa a la orilla del río. Nomadi y Enzo se miraron y comprendieron que habían aprendido una valiosa lección:
Por mucho que a veces todo parezca imposible, por muy inexplicablemente incomprensible que sean los retos que la vida nos pone, llorar y reír, amar y seguir adelante es lo único que cuenta. La vida es un largo camino, un camino distinto para todos y cada uno, pero en el que todos buscamos lo mismo: la felicidad. Y siempre llega el día en el que miramos con recelo al de al lado, en el que miramos con angustia el nuestro... pero al fin y al cabo es un maravilloso camino lleno de grandes experiencias para sentir, para disfrutar, para vivir... Camina hasta que te canses, y cuando no sepas qué hacer, tienes dos opciones: siéntate a llorar o a reír hasta que no puedas más y entonces con fuerza te levantarás, o haz lo primero que se te ocurra y sigue los pasos que en el camino marques. Camina, llora, ríe, vive. Y todo lo demás, da igual. Ser feliz es una decisión, es tu decisión. Sé feliz.
Y así, Nomadi y Enzo volvieron a caminar una vez que el gran león de la selva rugió doce veces.
Feliz año.