De cara al horizonte: 2011

sábado, 31 de diciembre de 2011

Sin regalo

Ya te vas, estás diciendo adiós. Y el siguiente es tan maleducado que no espera a que hayas abandonado la sala. Todo el mundo agita sus manos y esboza sonrisas, algunas reales, otras falsas. Y tras de ti has dejado lo mismo que otros, solo que con otra forma. Has dejado amor, has dejado tristeza, soledad, esperanza, problemas, soluciones. Has traido la muerte y también la vida. Has dejado un poco de todo, puede que no a partes iguales, pero siempre has cultivado los dos lados del yin y yang. Y el que viene, al que todo el mundo recibe con alegría e incertidumbre, poco más podrá hacer, simplemente, adornarlo para que parezca distinto. La alegría cobrará nuevas formas, la espranza otros colores, la tristeza tendrá nuevo disfraz... pero, al fin y al cabo, todos estarán en la gran fiesta que es la vida. Yo he venido sin regalo, espero poder pasar y dentro encontrar algo. De momento, me voy de la anterior con las manos llenas, de cal y de arena, pero no me pararé a separarlas. Lo tiraré todo al suelo y a ver qué encuentro por el camino. Sea lo que sea, pido al cielo tener fuerzas para recogerlo. Hay cosas que son imposibles y sólo imaginarlas es una maravilla. Maravillosamente dolorosa.

jueves, 29 de diciembre de 2011

Diálogo de fondo

Y en el fondo sé la verdad, y no tan en el fondo también. Y sin embargo hago como que todo va sobre ruedas bajo la luz de la luna a pesar de que hay más sombras en la noche que gotas de agua en el mar. Me preguntas, entonces, por qué y yo te respondo y por qué no, que qué sentido tiene saber siempre la verdad, que es más valiente a veces el que se miente, porque él tiene agallas para caminar entre la penumbra de la incertidumbre y no entre la claridad de la penosa certeza. Y tú me dirás que qué sentido tiene y yo te responderé que no lo sé, pero puedo decirte que si todo tuviera un porqué no existiría el amor. Las cosas dependen de cómo se miren, lo cual puede ser muy peligroso. El tiempo pasará y te dará la razón mientras yo me ahogo en un mar de pesares. Pero tu risa retumbará en un corazón marchito y amargo, mis lágrimas brotaran de uno triste pero vivo, vivamente desilusionado, aunque sea solo durante el tiempo que tarda una ola en llegar a las rocas. Las cosas dependen de cómo se miren, lo cual puede ser muy peligroso.

lunes, 26 de diciembre de 2011

La burla de los grandes

Iba caminando, tranquilamente, con miedo, sí, pero confiado en poder seguir. Ante él, la incertidumbre de la oscuridad, de quien no sabe lo que se encontrará dos metros más allá, sobre qué suelo estará pisando, si es que acaso habrá suelo que pisar. Y, de repente, la eternidad se mostró ante él. El cielo pasó del más absoluto ostracismo a la luminosidad absoluta. Y bajo él, un camino infinito, largo, del cual no podía acertar a distinguir el final. Entonces apareció el miedo de verdad, la desconfianza, y se dijo a sí mismo que no le había pedido a nadie saber tanto y ahora lo sabía todo, sabía que tendría que caminar hasta que el último nervio de su cuerpo dejara de tener nervio tanto si le gustaba el camino como si no. Caminante no hay camino, se hace camino al andar. Y él mismo se burló de aquel que nunca se había encontrado con la certeza absoluta en alguno de los latidos de su corazón. Comenzó a andar, resignado, con la esperanza de que algún día un chaparrón de agua fría lo despertara de la cárcel de su sueños, encontrándolos a estos moribundos en su corazón con las manos manchadas con la sangre del delito. A veces merece la pena, a veces no, lo cual siempre da igual.

martes, 20 de diciembre de 2011

Sueños de goma quemada

Y en medio de la noche comprendió que nunca dejaría de tropezar, porque aunque sabía que, con casi total seguridad, se caería, la mínima esperanza de poder saltar y permanecer en el aire aunque fuera un sólo instante habría merecido la totalidad de su vida... Y una vez en el suelo, renegaría de todo lo que acababa de pensar. Era cierto según en qué momento: en el aire todo es posible, en el suelo todo es negro, y a mitad de camino sólo hay tiempo para llenar la mente con sinsentidos que aparten a la razón de tan arriesgada empresa. Porque los sueños son aquello que hacen que el corazón vaya más rápido o más lento, porque sin ellos, la vida sería un paseo aburridamente confortable. Sabe que se ha pasado de frenada, pero en la próxima curva volverá a frenar tarde... siempre hay tiempo de contravolantear... y si no, Dios dirá. Al menos, lo último que oirá será el chirriar de las ruedas derrapando en el asfalto, y el olor a goma quemada de aquel que dejó las dudas en el garaje.

martes, 13 de diciembre de 2011

Heridas de guerra

Vuelven a elevarse los muros
de la infinita inconsciencia,
aquellos que levantan humo
ante tu palpable presencia.

Vuelven los pájaros a cantar
a la luz de una Luna siniestra,
aquellos que por el día amenecen
mudos y muertos de impaciencia.

Vuelven y se van,
vienen pero no se quedan,
en mi corazón siempre dejan
su indeleble huella.

Eres tú, y quienes ya fueron,
y aquellos que serán
en mi cabeza un quebradero;
quienes siembrar una semilla,
alimentan su juventud,
y en el momento de la madurez,
la dejan marchitarse hasta perecer.

Soy yo el que empuja a su corazón
a latir mucho más fuerte,
tanto que en el pecho se siente
que parece que va a salir.

Pero fuera no es más que carne,
inerte y manchada de sangre,
la que deja el amor perdido
en una tarde de invierno sin sentido.

Y algún día llegarás y dejarás tu marca,
pero te quedarás para poder curarla,
y cada noche que a mi lado despiertes
comprenderás que mi alma no miente,
y si te mira a los ojos vehemente
es porque tiene tu nombre bordado
en cada uno de sus pliegues.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Ni contigo ni sin ti

Tantas veces te he cerrado la puerta que ya no tengo dedos en las manos ni en los pies para contarlas, ni siquiera aunque cogiera los tuyos podríamos conseguir un número. Y sin embargo, vuelves una y otra vez, eres tan insistente y tenaz como torpe, pero menos torpe que yo. A pesar de que hayas venido mil veces, siempre con la misma ropa, con la misma expresión picaresca en la cara, con el mismo brillo en los ojos, entre malicioso y astuto; a pesar de todo ello, de que en cuanto llamas con tu característica forma de acariciar la puerta te reconozco, siempre vuelvo a caer. No sé por qué, pero al final acabas en mi salón, acaparando el sofá y todo el espacio, para después ir a la cocina y dejar la nevera vacía. Lo ocupas todo con tu incesante charla vacia que sólo promete pero nada cumple, que todo lo dice pero no dice nada. Y aunque tantas veces ha pasado ya, cada vez que anuncias que te vas, siento que te llevas de mí un trozo de mi alma y otro de mi corazón. Incluso hay veces que tras la puerta puedo escuchar tus pasos alejándose y el pedazo de mi corazón latiendo sobre la palma de tu mano, mientras un silbido extrañamente melancólico, el de mi alma en tu bolsillo, flota en el aire incesantemente hasta que por fin me duermo. Y al despertar, el salón está sucio, la nevera vacía y la almohada empapada de las lágrimas que en la libertad de los sueños derramé sin querer queriendo. Resignado, pongo la almohada al Sol, que se lleva la huella pero deja la herida. Es entonces cuando juro solemnemente que no volverás a entrar, y mientras maldigo tu existencia, fantaseo con la próxima vez en que vengas y te pueda decir lo mucho que te puedo odiar. Y sin embargo, hasta las ratas del sótano saben que me hervirá la sangre y me quemarán las venas cuando vuelva a oir tu voz al otro lado de la puerta. Ni contigo ni sin ti, que maldición tan eterna. Cada vez que te vas, se despega de mi un fragmento de mi vida; cada vez que vuelves, lo pinto corriendo para que pienses que no hay nada vacío. Tú sabes que me mientes y no puedes dejar de mentir, yo sé que me mientes y no puedo dejar de dejarte mentirme. Y así, algún día volverás y llamarás a la puerta, y al abrirla encontrarás un montón de garabatos de una vida que mutilaste por fascículos.

domingo, 20 de noviembre de 2011

Sentarse a esperarse

Y llegó el momento en el que los golpes ya no duelen, ese momento en el que un bache más o uno menos ya no importan cuando tienes los pies rotos de dar patadas a las piedras; cuando la lluvia o el viento ya no importan porque no hay motivo del que preocuparse. Y en ese momento sólo tienes la opción de seguir el camino con tus pies rotos, con la ropa mojada y el alma en stand by, ese instante en el que hay que intentar mover como sea una roca inamovible que se ha anclado al fondo del mar donde ha encontrado la paz entre las lágrimas de los peces que ya no se pueden notar. También puedes rendirte, pero eso es algo que no se elige, simplemente, sucede.

jueves, 17 de noviembre de 2011

Por aquellos que van pero no vuelven


Hace tiempo que descubrí tu fachada, que te quité la máscara de apariencia con la que disfrazabas la cruda verdad. Hace tiempo que te conozco y, aún así, no me acostumbro a ti. Me sigues a todas partes, lo llenas todo con tu molesta y estúpida presencia, la de quien quiere estar pero no debe. Y tú, con tus andares petulantes y tu sonrisa malévola inundas mi alma con la rabia de aquello que se va, con la tristeza en el corazón que latía pidiendo un cambio pero que se arrepiente y clama al cielo otra oportunidad. Nunca pensé que fueras a llegar, nunca creí que tu existencia fuera real, te creía una imagen terrorífica de un cuento de hadas mal escrito. Y aquí estás, ensuciando los pinceles con los que pinto mi vida, dejando tu rastro de sucia imperfección en cada detalle, en cada esquina, en todos los recónditos escondrijos de los dibujos que guardo debajo de la almohada, para que cada noche cobren vida y se desprendan de ti. Pero no hay cura sin dolor, esa es la razón, esa es tu razón. Y mientras supura la herida de un corte profundo, los segundos van pero no vuelven, el pasado se queda atrás mientras el futuro me llama ansioso. Mientras el corte aún escuece al aire, espero cada luna llena con la esperanza de que te conviertas en alguna criatura nocturna, en otro personaje de cuento de hadas y desaparezcas. Pero has llegado al final de un capítulo y ya no puedo hacerte desaparecer. Vas a conseguir poner el punto y final, conseguirás llevarte el nombre de las páginas manchadas de café, aquellas que leí intentando permanecer despierto esperando algo, no sé el qué. Y tu aparecerás al final de la obra, y serás un personaje secundario que no dudó en ponerle la zancadilla al principal para tener su minuto de gloria. Has llegado para irte, llevándote contigo algunos de mis dibujos que tu enseñaste. Y aunque ya lo sé, aunque soy consciente, cuando te vayas gritaré, me romperé la garganta y arrojaré mis cuerdas vocales a la tierra, clamando que vuelvas, que des media vuelta y dejes mis dibujos debajo de la almohada, que recojas los jirones en los que convertiste mi sábana. Y con el corazón en la mano te rogaré que lo recojas todo y te vayas para no volver más. Estás haciendo las maletas, y de reojo veo que me dejarás con una mano delante y con otra detrás, lo suficiente para dar un puñetazo sobre la mesa y jurarte que nunca volverás. Mientras, vivo temiendo el momento en el que escuche el portazo que darás un aciago día de verano que nunca podré olvidar.

lunes, 31 de octubre de 2011

De mariposas, hadas y locos

Hace tiempo que te busco entre un millón de besos, en miradas vacías que, iluso de mí, lleno con mariposas, esas mismas que esperan en mi estómago a que vengas y las hagas revolotear. Pero no te encuentro, te escondes, huyes de mí... o yo huyo de ti.
No te conozco y, cada vez que sueño contigo, no puedo evitar sonreírle a la noche que se sonroja y saca a relucir sus luminosas pecas. No sé quién eres, pero si te conociera, conseguiría que la felicidad te pareciera un juego de niños.
No sé dónde estás, ya no sé dónde buscarte. Se me agrietan las manos de revolver la arena, se me secan los ojos de mantenerlos abiertos, se me hiela el corazón de tanta expectación fraudulenta.
Y cada día que pasa, me siento más pesado, y cada segundo que te imagino con los ojos cerrados y desapareces al abrirlos me vuelvo más loco. Escucho pasos detrás de mí y me hierven las venas sólo de pensar que puedas susurrarme al oído aquello que quiero escuchar.
Has sembrado el caos en mi vida y aún ni siquiera existes. Has conseguido que pase noches en vela, días en espera. Y en cada corazón que tengo la desfachatez de acercarme a escuchar, buscando un ritmo conocido, pierdo un ápice más de mi dignidad mientras, tú, en algún lugar, te ríes inconscientemente de este pobre enamorado del amor que te busca y no te encuentra, te persigue pero desespera al pensar que todo pueda ser en vano.
Ni siquiera has tenido la decencia de dejar un rastro, un aroma que aspirar, una sonrisa con la que soñar, un trozo de un papel con la mitad de un número el cual rellenaré infructuosamente con todas las combinaciones esperando que al otro lado escuche una voz, escuche un suspiro y las mariposas que me he comido pidan salir de la cárcel que las oprime.
Mientras, sigo buscándote en mil bocas, robando mil besos a desconocidas, a un puñado de almas errantes que ni sienten ni padecen más que el puro placer de la fugacidad.
Empiezo a pensar que no seas más que un sueño, y que pasaré el resto de la vida dejando un montón de marcas delebles que el tiempo consumirá con la malicia de aquel que lo sabe todo pero no se lo cuenta a nadie
Y aun así, esta noche contigo soñaré, y al despertar volveré a buscar entre mil interrogantes la respuesta a un cuento de hadas del que jamás leí su final.

viernes, 28 de octubre de 2011

El árbol de la vida

Se sentó bajo la copa del árbol y lloró. Aún recordaba cuando, de pequeña, había plantado una semilla que su padre le había regalado. Día tras día, noche tras noche, ambos crecieron a la par, uno más rápido que el otro. Ella conoció su primer amor cuando la primavera vio crecer las primeras hojas de su hermano vegetal. Y ella se sentó al lado de su árbol cuando conoció el primer desamor, cuando el otoño llegó y tiño las hojas de melancólico marrón. Más tarde, ella vió nacer a sus hijos entre lágrimas de alegría, mientras el árbol acogía entre sus ramas el maravilloso momento en el que una paloma contemplaba, espectante y temerosa, el momento en el que la vida eclosionaba de un pequeño punto blanco en la inmensidad del universo. Y el tiempo pasó y pobló sus semblantes de arrugas, aunque ella las ocultaba con cremas y el con musgo, los años no perdonan, y en sus ramas se esconde las visicitudes de una vida, en las cicatrices de ella, los errores y los tropiezos, en el corazón de ambos, la esencia de la existencia, la grandiosiad de la vida. Mientras ella lloraba, el árbol derramaba lágrima de elaborada savia. Uno al lado del otro, solos los dos, con todo un camino por detrás, con la sensación de que lo que aún queda por delante poco va a durar. Y así, entre lágrimas saladas, entre sabias lágrimas de savia, un corazón se apagaba mientras otro lo cubría con el melancólico marrón del otoño. En invierno, una fina capa de dolor helado congeló el tiempo. Y en primavera, el dolor se derritió dejando paso a la vida, el pasado quedó en el pasado, y el futuro empezó a corretear en el presente.

domingo, 23 de octubre de 2011

Grandes cosas, pequeños comienzos

Hay grandes cosas que empezaron siendo pequeñas. Por ejemplo, Apple empezó en un garaje. Hoy, no hay garaje en el que no haya un Apple. Amancio Ortega comenzó haciendo batas para bebés. Hoy, todos y cada uno de esos ex-bebés han entrado al menos una vez en una de sus tiendas.
Hay grandes cosas que empiezan siendo pequeñas. La vida, por ejemplo, en su inicio no es más que un par de células y acaba siendo una huella imborrable en otras vidas, que en su momento fueron también otro par de células.
Hay grandes amistades que surgen en pequeños momentos como, por ejemplo, conocer al amigo de una amiga enfrente de un ascensor. Amistades que, a pesar del tiempo y del espacio, permanecen inalterables en su esencia. Porque compartir entre tres una habitación para dos lo hace todo más entretenido. Y compartir entre dos una habitación para uno lo hace todo más profundo.
Lo dicho, hay grandes cosas que comienzan siendo pequeñas. Igual que hace veinte años un gallego no pasaría de los tres kilos y sería igual de enano que dos palmos. Ahora es más alto que yo e incluso me gana corriendo, ni qué decir nadando. Y seguramente acabará, como ya dije una vez, en un increíble piso con vistas a la Gran Manzana siendo uno de los mejores publicistas, porque imaginación y ganas le sobran. Pero hay algo en lo que es muy grande y empezó siendo pequeño. Es un gran amigo, uno de esos que no se olvidan. Las cosas podrán cambiar, ser distintas, a mejor o a peor, pero si yo le hablo de pelotas azules, él me responderá hablando de pelotas rojas y los dos sabremos de qué hablamos.
Felicidades, peloto azul.
Recuerdos desde el páramo desértico.
PD: Me tiraste tú el vaso y lo sabes.
Añadir leyenda

martes, 18 de octubre de 2011

El mundo es para los valientes

Pasión. La vida no es nada sin pasión, sin algo por lo que luchar al levantarse, sin un objetivo por el que sonreir cuando llueve, por el que llorar de alegría cuando el dolor nos embarga y nos conmueve. Hay quienes se levantan y se acuestan, y en medio sólo han hecho lo mismo que hicieron el día anterior. Pero hay otros queal abrir los ojos deciden que no les gusta lo que ven, que quieren más, que quieren volar más alto, bucear más hondo, correr más rápido... Muchos los admiran, otros temen su valentía. Pero todos los ven, todos escuchan sus corazones latir más fuerte, porque sus corazones alimentan deseos imposibles, sentimientos poderosos, grandes actitudes, realidades fantasiosas que sólo un puñado de elegidos son capaces de imaginar.
Son ellos los que nos hacen reir, quienes nos hacen vibrar, los que, muchas veces se juegan la vida por ellos, por nosotros, por todos, por dejar una huella allá por donde van, porque su paso por el tiempo no sea una marca en la arena que la marea pueda borrar, sino un texto en piedra que jamás desaparecerá.
Sus vidas alimentan las del resto, hacen los sueños algo más humanos, algo más cercanos. Hacen que cada latido, por insulso que sea, cada suspiro, contenga la emoción de lo imposible, de lo inimaginable, de lo atrevido.
Porque la vida no está para verla pasar, porque es mejor saborear el más pequeño de los mejores dulces que la mayor barra de pan. Porque, para algunos, dedicar su vida a una pasión es más satisfactorio que ir de flor en flor sin recordar. De ellos es el mundo y su recuerdo nunca perecerá.
Aún retumban los motores encendidos, sólo uno se apagó. Pero el recuerdo permanecerá en el tiempo y la pasión jamás morirá. El mundo es para los valientes.
Descanse en paz.
En memoria de Dan Wheldon.

domingo, 9 de octubre de 2011

Una melodía diabólica

Sigues un camino. No sabes cuál es, mas lo sigues sin cuestionártelo. A pesar de los baches, a pesar de las adversidades, de las alegrías, de aquellas que debieron serlo pero no lo fueron. Sigues encontrando a cada paso la razón de tu indiferencia, aquella que te impulsa a dar otro paso, y así indefinidamente hasta que tu caminar se convierte en un fin en si mismo, en una sinrazón, en un motivo desmotivado que busca bajo las piedras un corazón latiendo. Hace ya tiempo que tu alma te dejó tirado en alguna de las curvas de tu infructuoso sendero, y allí sigue llorando desconsolada. Caminas sin motivo y desalmado, lo único humano que en tí queda es el corazón, que suena hueco y sin sentimiento, casi artificial. Tu vida bien podría parecer una melodía al piano, en la que una nota suena tozuda y repetitiva, taladrando la partitura, marcando un ritmo y un compás que el pianista no se atreve a cambiar. El piano ya no es de quien lo toca, la música se ha adueñado de sus manos y él ya no decide dónde van sus dedos, que revolotean ágil y forzadamente sobre la sonriente boca del monstruo de madera. Algún día amanecerá antes de que la noche se haya ido, el tiempo te pillará con el pie cambiado y te darás cuenta de lo lejos que queda ya todo aquello por lo que empezaste a caminar. Escucharás en tus endebles oídos el lamento de tu alma que, kilómetros atrás, suspira roncamente deseando que llegue la doble barra y, con ello, el final de una partitura que ya no es melodiosa, sino ruidosa y aparentemente vulgar.

jueves, 22 de septiembre de 2011

La mierda de debajo de la alfombra

Bien y mal, mal y bien. Va por la vida intentando siempre saber si actúa como debiera o si está metiendo la pata tan hondo que pueda llegar a manchar su jersey nuevo. Está loco, desquiciado de tanto pensar lo que hace y dice, lo que dijo e hizo, lo que hará y dirá. Lo último que él quiere es causar daño a nadie y, sin embargo, a veces lo hace. Entonces cae abatido ante la impotencia de querer saber por qué y no encontrar sino más preguntas sin respuesta. Y cuando aún no ha acabado con una, ya está la siguiente rondando su cabeza, buscando un buen sitio donde posarse y sembrar la duda y la incoherencia. Al final, acaba por desistir, por ocultar toda la mierda bajo la alfombra y esperar que al despertar, los bultos desaparezcan sin más.
Al abrir los ojos, todo sigue igual. Y en su búsqueda del bien y el mal se topa con la escurridiza verdad. Remueve la casa, lo pone todo patas arriba, mas la verdad no se busca ni se tiene, la verdad a veces ni siquiera existe. Pero él no atiende a razones ni a sinrazones, él sigue pensando cada paso que da con la intención de no pisar demasiado fuerte, no sea que rompa la baldosa o esta se pueda quejar.
La gente le mira extraño cuando lo ve dudar bajando los escalones, cuando nota en su mirada el debate interno de su mente ante las más simples preguntas. Y entre tanta verdad, entre tanto bien y mal, nunca se dará cuenta de que las cosas no son, las cosas fueron o están siendo. En una película, puedes pensar si lo que ya has visto estuvo bien o mal, pero quizás por culpa de ello te pierdas la mejor escena, y quizás nunca te des cuenta del grandioso final porque quieres adivinarlo antes de que llegue a empezar.
Pobre Pablo, ni siquiera se da cuenta de que está viendo una película. Está más preocupado en no infligir demasiado daño al sofá.

martes, 13 de septiembre de 2011

El secreto de las sábanas

Las noches son para dormir, no para estar despierto. Y por eso se enoja a la Luna, que se enfada al ver que todos se van cuando ella llega. Pero, noche tras noche, siempre hay alguien que la acompaña. Un grupo de adolescentes que busca diversión en el fondo de botellas de alcohol barato; un solitario treintañero que pretende hallar en ellas el amor que no encuentra, que quizás encontraría si apartara la vista del posavasos y clavara la mirada en la camarera que todas las tardes repasa mentalmente las palabras con las que engatusarle y que se hielan al verle entrar, que se derriten en las copas que le sirve. Noche tras noche, la Luna disfruta de la presencia de cientos y cientos de personas, que en la oscuridad buscan tapar los recuerdos que durante el día no consiguen olvidar. Cientos y miles de caras, de ojeras moradas que al día siguiente originan sospechas y rumores allá por donde van. Tantas y tantas almas insomnes que no encuentran consuelo entre las sábanas de su cama, a quienes el canto de las sirenas no adormece, sino que atormenta. Pensamientos que fluyen, pesadillas que esperan agazapadas bajo la almohada, esperando que aquellos incautos que ceden ante el peso de los párpados apoyen sus cabezas y abran el corazón a sus más horribles temores. Preguntas sin respuesta, respuestas que buscan preguntas a las que responder. La noche es un territorio extraño en el que uno puede encontrarse lo mejor, disfrutar de los más dulces momentos, de fantasías oníricas sin límites ni explicación, de sufrimiento sin razón. La noche es el momento para aquellos que dudan, los que aman, los que piensan demasiado, aquellos que sufren, que disfrutan, quienes creen que el día es demasiado corto y sus ocupaciones demasiado apremiante. Es el momento para que todos ellos busquen aquello que anhelan, es el instante en el que se dan cuenta de que deberían estar durmiendo, dejando que sus deseos más censurables salgan de la cárcel que la inteligencia les ha impuesto para resolver los desaguisados que la razón ha causado. Y eso lo sabe la Luna, pero no se lo dice a nadie, ni siquiera a las estrellas. No quiere que descubran el secreto de las sábanas y todos se echen a dormir, dejándola a ella sola en medio de tantos planetas que la miran con recelo por ser tan pequeña y bella.

sábado, 10 de septiembre de 2011

La caja de Leyre

Últimamente ya no sabe cuándo tiene que reir o llorar, cuándo soltar una carcajada tan sonora que rompa el espacio que la rodea, cuándo encoger su habitación hasta convertirla en una caja pequeña que aprisiona su corazón y ahoga sus pulmones. Ha perdido su manual de instrucciones y ya no recuerda cómo tenía que hacer para reiniciarse, para dejár atrás esa locura transitoria que lleva ya demasiado tiempo transitando por su cabeza. El cielo, mientras, sigue a sus asuntos. Y a pesar de ser verano, alterna días de inmenso calor y grandes nubes negras con otros en los que el Sol cubre todo el horizonte, desconcertado ante la idea de sonreir con más ganas que nunca y sentir que todos a su alrededor tiritan de frío, quizás de miedo algunos; otros, por un exceso de café. Y así sigue ella, la pobre Leyre, intentando hacer coincidir sístole y diástole a su debido tiempo. Por las noches se tumba en la cama y se pone a llorar, porque no hay nana que pueda dormirla, que haga que sus ojos se cubran de una fina capa de sueños sin que antes den mil y una vueltas atolondrados por el zumbido incesante de su cabeza. Y, es entonces, cuando no sabe si encoger su habitación hasta convertirla en una caja pequeña que aprisona su corazón, si meterse debajo de las sábanas e ignorar el brillo de las estrellas; o si debe saltar en la cama hasta oir los muelles gritar de diversión, abriendo puertas y ventanas, extendiendo los límites de su alma más allá de lo que el Cielo y la Tierra pueden abarcar, restregándose las lágrimas por su cara a modo de bálsamo hidratante, de brillo de ojos. Con tanta actividad, acaba por rendirse extenuada a los encantos de Morfeo, sin saber aún si al despertar, el Sol llenará de calor la Tierra, si al abrir los ojos debe dejarse llevar llevando o resistirse pataleando en su pequeña caja de cristal.

domingo, 14 de agosto de 2011

Los maullidos de Eduardo

Como un suspiro ruidoso en medio de un salón silencioso, como una cara sonriente en un mar de entrecejos fruncidos. De aquí para allí, de allí para allá, tanta gente, entre tantas personas con sus bocas llenas de saludos y secretos, de alegrías y emociones compartidas. Y sin embargo, no había nadie. Sola. La propia sonoridad de la palabra retumbaba en su cabeza y la apabullaba. ¿Por qué? ¿Alguna vez iba a dejar de sentirse sola? En su largo caminar la acompañaban muchas personas, a muchas de las cuales tenía un gran cariño. Y, sin embargo, a veces tenía la sensación de nadar a contracorriente, de pelear contra el mundo en una batalla horriblemente desigual, uno contra uno, pero un uno muy grande, no el suyo desde luego. Había ocasiones en las que una terrible desazón llenaba sus pulmones hasta casi hacerlos estallar, y corría a buscar un oído que la pudiera consolar, pero no había boca que encontrara las palabras que pudieran ayudar. De hecho, había momentos en los que un maullido de Eduardo podían valer más. Y así prosiguió su camino, intentando saciar su inconformidad, conociendo a gente a cada paso que daba, en cualquier lugar, entablando con ellos conversación y, a veces, hasta amistad. En medio de su frenesí nunca llegó a escuchar cómo Eduardo le quería contar que el alma es un lugar inexpugnable donde nadie puede llegar a entrar. Aún se escucha a Eduardo maullar mientras Silvia reparte "holas" sin parar.

viernes, 12 de agosto de 2011

El fin del pequeño nómada

Ya no quieres llorar, ni quieres reír, no quieres siquiera caminar. Has decidido sentarte apesadumbrado al borde del camino. ¿Qué esperas encontrar allí, iluso de ti? No hallarás paz, ni las respuestas que buscas; tampoco el indulto que te salve del dolor que crees que te aqueja. Si permaneces allí, solo te queda esperar a que la oscuridad de la noche te hiele el alma, tanto, que la voz se te quiebre al querer gritar y tus palabras se conviertan en un nudo en la garganta. Hace tiempo que has muerto, que tu hedor inunda el aire que rodeas y el de cada una de tus intenciones, que se resquebrajan apenas tocan el vestíbulo de la realidad, allí donde tu sueños se perdieron tantas veces que jamás los volviste a recordar. Siento ser tan duro contigo, pequeño nómada, pero es la verdad la que debes saber, no lo que las hienas te susurran con malicia, esperando que la inanición acabe contigo y con su inanición. Todos en el bosque te dan por perdido, nadie cree ya en ti. La negra figura encapuchada de cierto espectro ronda la orilla del río, esperando tomarte allí para sí. Está claro, todos esperan, de una u otra forma. Y en el arte de esperar está la esencia de la vida, donde se pierden los segundos más valiosos por la inocencia de una ilusión en sueños vivida. Corre, pequeño nómada, intenta salvar aunque sea tus huesos, que no se los quede la Tierra sino el Cielo; que el retumbar de tu corazón perdure más allá del fin del parpadeo de tus ojos, del respirar de tu alma. Apresúrate a marcar en los árboles por los que pasaste, que estuviste allí, y que ellos te conocieron, si no en carne, al menos en hueso. Este es tu fin, pequeño nómada. Hacer de ello la mejor o peor experiencia, conseguir que tu camino no haya sido en vano, está en tus manos... o en lo que queda de ellas.

jueves, 11 de agosto de 2011

Se busca río perdido

Todo sigue igual, más igual que nunca. La inercia es la fuerza que empuja a seguir a aquello que hace tiempo murió, como un río que se secó montaña arriba y cuyos peces se resisten a aceptar que nunca llegarán al mar, mientras tozudos continuan aleteando entre ramas secas y granos de tierra, alargando su agónica agonía, posponiendo la realidad. Y a pesar de todo, de vez en cuando cae una gota de agua, incluso dos, y todos saltan de alegría y sueñan que todo mejorará sin hacer nada, y hacen de la seca soledad, de la agria amargura, un helado de sal con una pizca de azúcar. Y cuando la gota, o gotas, se secan, dejando como recuerdo el vapor y la humedad en el ambiente, la felicidad se esfuma, la impotencia regresa, pero ellos siguen nadando entre la tierra esperando que las aguas vuelvan a su cauce y les lleve al mar. Y la pizca de azúcar desaparece, e incluso el helado de sal se derrite. Sólo permanece un cucurucho vacío lleno de esperanzas que se desvanecen cada vez que sale la Luna. La Madre Naturaleza ya no sabe qué hacer, cómo decirles que ya nada será igual, que no alarguen aquello que hace tiempo debió terminar.
Se busca río perdido. Se buscan ganas de vivir.
La Madre Naturaleza busca unos peces menos tontos e ilusos que sepan a dónde tienen que ir.

lunes, 11 de julio de 2011

Mind the gap

Se miran, se pierden y se encuentran. Todo en un sólo instante. El traqueteo del tren es incesante, acompañado del zumbido eléctrico de una abeja atrapada que busca desesperada la luz del sol. El ambiente esta cargado, maloliente casi. Y aun asi, a pesar del extraño olor, de lo anodino del lugar, de lo común que es cruzar la mirada con alguien más en diez metros cuadrados de puro metal, a pesar de los pesares, ahi están. Él no habria podido apartar la mirada ni aunque quisiera. Las personas a su lado, sus problemas, los de todos, la vida, el universo... todo, absolutamente todo desaparece en su iris azul. No hay palabras, no hacen falta. Y, sin embargo, ya saben el uno del otro más que de ellos mismos. Ella quiere un paseo bajo la luna mientras los grillos cantan intentando volver atraer al sol a lo más alto del cielo. Él, un helado, una película y algo de amor, sentir cómo se hincha el corazón cada vez que siente su aliento, la risa tonta de su estómago al escuchar su nombre en su boca. Han pasado dos segundos, dos suspiros tan largos que a la vida le sale el aire por las orejas. De repente, se escucha la inerte voz metálica de un alma en pena que recorre las entrañas de Londres buscando a una abeja perdida en su propio panal. De repente, ella ya no es ella, él ya no está, y todo lo que había caído en la inmensidad de su iris azul regresa bruscamente a la realidad. Al salir, mind the gap.

martes, 21 de junio de 2011

Pinceles

Si dejara que sus manos camparan a sus anchas quizás dibujara un cuadro tan horrible que no habría lienzo que quisiera albergarlo, ni pared donde colgarlo. Sólo tendría cabida en ese lugar donde pasan las horas y los minutos, donde todo el mundo sabe, desde el calcetín perdido hasta la mota de polvo de dejabo de la cama, que huele a podrido. La muerte ya anunció su llegada y el filo cortante de su guadaña se siente en el aire que inflama la garganta y hiela el alma, si es que aun existe. Al abismo del frío suelo, del fondo de tan horrible lugar, se encuentra abocado su espíritu, que tantas veces se ha levantado y caido que ya no sabe si está en pie o vuelve a retozar con la desgracia. El sol lo inunda todo pero no hay luz ni esperanza, solo los gritos de un algo que se cae, se derrumba sin remedio, dejando un amargo sabor a ron sin el consuelo de haber empezado con un dulce caramelo. Finalmente dibujó su cuadro y perdió la cordura, que se fue con cada violento brochazo, mientras el lienzo gritaba horrorizado ante el macabro espectáculo. Lo que mal empezó mal acabó, así como lo que nunca debió empezar. Quién le regala pinceles a un loco que sangra su alma con acuarelas de colores, que malgasta su tiempo esperando aterrorizado el gélido contacto de la guadaña. Quién alberga la esperanza de respirar cuando ya no puede siquiera mirar atrás sin romper la sutura de las heridas que aún escuecen al limpiar.

viernes, 10 de junio de 2011

Por ti y por mi, por todos mis compañeros

Estoy intentando entenderte, pero, ¡qué dificil eres! Dime una sola razón por la que no deba abandonarte ahora mismo, por la que no deba alzar la vista al frente y darte la espalda para siempre. Eres tan escurridiza, tan tú, que me desconciertas a cada paso que das. La terquedad brilla en cada uno de tus cabellos, la picaresca se deja entrever en tus ojos. Y aún así, aquí me tienes, esperándote a la par que tú caminas con aire socarrón por los límites de mi paciencia, siempre en la linea, haciendo malabarismos con la tragedia. Ya no confio en ti, y sin embargo admiro cada uno de tus movimientos, desmontándolos en piezas para recrearlos en mi mente y saber qué harás después, aunque no sirva de nada porque nunca haces lo que espero; aún bebo de tus palabras y tus ideas, y sigo con la vista allá donde señala de forma acuciante tu dedo, momento en el que tú aprovechas para, entre risas, quitarme una cucharada de mi helado. Cómo te detesto, cómo me atas a ti de forma incorruptible, ¿cómo te sigo queriendo después de todo? En algún momento acabarás conmigo y te diré adiós con tristes lágrimas de enfado en los ojos. Mientras, seguirás jugando al escondite conmigo. Por ti y por mi, por todos mis compañeros. Por nadie más. Te pillé.

lunes, 28 de marzo de 2011

La cotilla de Sandra

Antes de ayer se levantó, desayunó, se vistió, fue al trabajo. A medio día bajó a comer un bocadillo de tortilla con la cotilla de Sandra, volvió al trabajo, llegó a casa, se descalzó, se echó en el sofá, encendió la tele, se preparó la cena, se la comió, se puso el pijama y se acostó.
Ayer se levantó, desayunó, se vistió, fue al trabajo. A medio día bajó a comer un sándwich mixto con la cotilla de Sandra y con Juan, volvió al trabajo, llegó a casa, se descalzó, se echó en el sofá, encendió la tele y puso música, se preparó la cena, se la comió, se puso el pijama y se acostó.
Hoy se ha levantado, se ha quedado mirando el armario, ha tirado las faldas y los tacones por la ventana, se ha puesto unos vaqueros y unas deportivas y se ha largado a hacer de su vida algo mejor. Quizás no coma durante semanas, no tenga donde dormir, pero saber que está buscando algo que la haga feliz alimenta los sueños de los que realmente quiere vivir. Hoy la cotilla de Sandra le dará la tabarra a Juan, porque Andrea se ha ido a vivir su vida. Pobre Juan.

lunes, 14 de marzo de 2011

La búsqueda

Sigue buscándose a si misma. Pero no se encuentra. Ha mirado debajo de las piedras, detrás de las cortinas, pero de ellas sólo han salido moscas perdidas deseosas de liberarse de su cárcel de hilo.
Y ya no sabe dónde mirar. De hecho, casi ya no sabe ni qué buscar. Abatida, se desploma en el sofá y cierra los ojos, quedando a merced de los sueños.

Hace frío, mucho frío, y algo de viento, que cada vez es más fuerte. Y cada vez más, hasta que le silba tan fuerte en los oídos que decide despertar. Y al abrir los ojos, el horror la consume. Su sofá está en el centro de un montón de escombros de lo que antes era su casa. El viento parece querer llevárselos consigo. Ella, asustada, se aferra a lo único que le queda, al dolor de la pérdida, pues eso le hace sentir que alguna vez tuvo algo. Cuantas más tablas de madera intenta acumular en su sofá, más se astillan sus manos, y más enfurecido el viento aulla. Al final, el agotamiento puede, y se deja a merced del tiempo. El mar ruge, grandes olas batallan por ser la más grande, por ser la más temible, y en su batallar, salpican su rostro. Entre tanta lucha, ella se sienta resignada a contemplar lo inevitable. Y tanta es su calma, que el cielo se contagia y entre las nubes se cuela un intenso rayo. Las olas se amansan y el viento se cansa de tanto soplar. Contenta, se echa en el sofá, disfrutando del sol y del olor a madera y sal.

Al despertar, su casa está donde siempre, y en el centro su sofá. Pero ya no busca nada porque lo acaba de encontrar. Tanto buscar bajo rocas y entre cortinas y se encontró al soñar. Fuera, las gaviotas planean en silencio, pues no la quieren despertar, buscando una sardina descuidada que se asome a curiosear.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Jaque mate

En un suspiro sus recuerdos perecieron. El cielo se volvió negro y lloró, encharcando el suelo, ahogando las almas tristes de aquellos que permanecieron contemplando desolados como la vida se iba sin mirar atrás, sin decir adiós. Cuánto dejó por el camino, cuánto se llevó con él. En la tierra aún son visibles las huellas de cada paso, cada latido, cada momento que su corazón siguió el frenético baile de la vida sin pensarlo, sin cuestionarse el cómo ni el por qué, mientras la razón lo enmarañaba todo y lo convertía en un indescifrable enigma, en un ejercicio de lógica, en una partitura de interminables notas y silencios. Todos a su alrededor se esforzaron por esbozar una sonrisa, por borrar las lágrimas que emborronaban los mil y un cuadros que cada uno conservaba de tantos y tantos momentos. Todos sintieron cómo se desgarra el alma, como supura el dolor, como la muerte hiere sin piedad pero deja tras de si el alivio del amor, que sigue presente aun estando ausente los jugadores de esta larga pero perecedera partida de ajedrez. Aún resopla el rey derrotado mientras los peones se preparan para volver a la lucha.

domingo, 20 de febrero de 2011

Caja de sorpresas

Llévame allá donde tus recuerdos se pierdan. Llévame contigo donde la noche se cierne y se pliega sobre el todo. A ese lugar donde las estrellas son granos en la cara de un cielo adolescente, que madurará, y con su madurez desaparecerán ellas. Y él dará, más tarde, a otro pequeño retoño pecoso. Quiero conocer el sitio donde los sueños, sueños son, y la realidad es un mero sonido de fondo que se diluye en la oscuridad, donde los latidos del corazón no cesan si no es de felicidad, donde una mariposa nunca fue un gusano ni nunca lo será. Quiero descubrir cómo morir de la risa y tocar el cielo con los dedos, rasgarlo y sentir como llora sobre las praderas. Dime que puedo sentir lo mismo que siento al cerrar los ojos pero con ellos abiertos, déjame soñar que los sueños existen de verdad más allá de mi colchón, que no están encerrados entre cuatro paredes de blanco algodón. Déjame soñar con que algún día soñaré despierto y tendré pesadillas con la realidad, que no será mas que la causa de un traspiés al caminar sobre las nubes. Dime que puedo creer en ello, en que todo es un todo y no hay nada fuera, que se puede empaquetar todo en una caja de sorpresas.

jueves, 17 de febrero de 2011

Las cosas simples

Lleva tiempo preguntándose qué diablos pasa, como es posible que pueda seguir sangrando un animal disecado, cómo puede abrasar el corazón, quemar el alma, el recuerdo de una llama apagada. Vino, dejó su huella y se fue. Pero esperaba que la huella fuera la marca de algo bonito y sincero, no la cicatriz de una herida sin cura ni remedio. Ahora intenta encontrar su lugar en la noche, donde ni siquiera la oscuridad le deja dormir; y en el día, aunque ni el sol sirva para arrancarle una sonrisa. Aún recuerda las palabras de aquella venerable anciana que le dijo que el amor es simple, y a las cosas simples, se las lleva el viento. Ahora se encuentra de cara al mar, mendigando una mísera brisa salada que le deje al menos descansar, preguntándose si algún día aparecerá un huracán que borre sus recuerdos o le borre a él de la orilla del mar.

domingo, 6 de febrero de 2011

Retales

Hace frío. Se mira las manos, tiene los dedos morados. O quizás no vea bien, quién sabe. ¿Qué remedio hay?¿Acaso tiene otra opción? Como si pudiera echarse a un lado y esperar entre arbustos y hierbajos, como si alguien le diera la oportunidad de pensárselo dos veces, de mirarse las heridas y con mimo curárselas. El camino tras ella desaparece y, si no comienza a andar pronto, la tierra se la tragará y en el oscuro olvido perecerá. Ahora empieza a nevar. En su caminar, su corazón dibuja en la nieve retales de sentimientos comprometidos, y cada pincelada le acerca a un sueño profundo en el que ni el amor ni la verdad tienen sentido.

viernes, 4 de febrero de 2011

Temeroso y temible

Después de tanto tiempo decidió que sería la última vez, aquella sería la última tarde que pasarían a solas mientras se mentía todo el tiempo. Así, después de comer, fueron juntos a dar un paseo, recorriendo los otoñales paseos repletos de árboles alopécicos, caminando entre farolas a medio encender o medio apagar, según se quiera ver. Disfrutó de cada paso, se regodeó en su dulce mentira y dejó volar su imaginación hasta límites insospechados. En los momentos adecuados se sentó de frente, en otros a su lado. La noche surgió de la nada, los créditos hicieron su aparición con los nombres de los protagonistas en grandes letras blancas y ruidosas, y entre estrellas y luces de neón, volvieron al lugar de donde todo surgió. Cada paso era un segundo menos hacia el fin, un segundo más desde que todo empezara con aquel furtivo saludo. Se acostó con una sonrisa en la boca, con una lágrima en su mejilla. Y al despertar, la sonrisa había desaparecido, pero la lágrima seguía en su lugar, dejando un brillante surco a la luz del sol. Así fue como se dió cuenta de que nunca sería capaz de olvidar, que tendría que volver a vivir con su mentira, consciente de que algún día se derrumbaría como un castillo de naipes, vulnerable y maravillosamente temeroso y temible. Las cosas del corazón, la razón no las entiende. O no las quiere entender.

miércoles, 26 de enero de 2011

La mudanza desastrosa

Daba vueltas y más vueltas, y con tanto moverse se mareó. Avanzó tambaleante hasta sentarse en el banco, sintiendo como el helado de fresa, nata y chocolate bailaba un rock'n'roll en su estómago de forma tan alocada que parecía que se iba a salir de la pista. ¿Y qué más daba? ¿No había sentido ya acaso el placer de tan delicioso sabor en su paladar? Entre tanta vuelta la vida se volvió en una experiencia vertiginosamente borrosa, alocadamente divertida y adictiva. Los recuerdos rebosaban, venían de aquí para allá y se mezclaban, dando lugar a la alegría, la tristeza, la emoción... Y al sentarse sintió como todo desaparecía dejando un recuerdo extraño en la boca, como una pipa podrida o un vaso de leche ligeramente caducada. Durante unos momentos pensó en lo que no hizo, en lo que no dijo, en lo que no debería haber hecho jamás y en lo que debería haberse callado. De repente, alguien llegó y se sentó a su lado. Le sonrió con malicia y perspicacia y se levantó. Y al hacerlo comenzó a llevarse con él los tesoros que había guardado con tanto cariño. De forma disimulada pero demasiado llamativa ,el tiempo empezó a tirar de la cuerda que unía todos sus recuerdos, llevándoselos lejos, arrastrándolos al olvido. Él se levantó y suplicó, tiró, arañó el suelo y se desgañitó gritando y llorando. Pero era inútil. Entonces lo comprendió: le dio la espalda al tiempo y comenzó a crear recuerdos de la nada y a atarlos con la misma cuerda, más rápido e intensamente de lo que el tiempo podía imaginar. Y así, uno de espaldas al otro, por un lado engullendo, por otro cocinando. Cocinando su vida, su destino, su historia. La historia de un hombre que amó, sufrió, aprendió e imaginó tantas cosas entre cuatro paredes grisas con intensas manchas de colores chillones. La historia de alguien que con una mano dice adiós y con la otra repasa el sendero a seguir en este tortuoso camino que es la vida, mientras de cara al horizonte espera que el viento seque las lágrimas que la tristeza y la felicidad arrojan por sus ojos como dos mozos de mudanza patosos.

Gracias a Alicia por el taller de literatura. Como dice el refrán, lo bueno, si breve, dos veces bueno.
Gracias a Ana por leer incansable todo lo que escribo y sus innumerables consejos.

miércoles, 19 de enero de 2011

El cuarto de los "te quiero" rotos

Esperé que llegaras con un ramo de rosas entre las manos y solo trajiste una sonora bofetada. Deseé que me dieras una carta de despedida y ni si quiera me miraste al decirme adiós. Quise que con delicadeza nos separáramos, con la dulzura de dos que se quieren pero no se pueden ver, pero tú te separaste como arrancándote una herida, levantando la piel y dejando la carne al aire. A fin de cuentas, quise tomarme un tazón de chocolate contigo, y tú me dejaste en la mesa una taza vacía, polvos de café y un paquete de azúcar caducado. Y yo, enamorado de ti, me bebí de un trago el café, sin azúcar ni leche, y ahora espero con los ojos abiertos de par en par a que vuelvas y los cierres con un beso de buenas noches. Pero nunca volverás, ni nunca habrá beso de buenas noches, y permaneceré para siempre con el alma en vilo, el corazón insomne y un cuarto desordenado lleno de "te quiero" rotos, sucios y mohosos, que nunca salieron de su envoltorio.

martes, 11 de enero de 2011

La metamorfosis interrumpida

Había olvidado por completo quién eras tú y quién era yo. Al darme cuenta, tú seguías siendo tú, pero yo era un sucedáneo de imágenes borrosas, recuerdos inadvertidos entre escena y escena, una historia con principio y sin final, si es que un tímido "adiós", cuando aún sonaba el eco del "hola", puede considerarse un fin. Y así, recordé mientras agitaba la mano, que yo nunca había sido yo, que tú siempre habías sido tú, y que los sueños de los que se alimentó la oruga le impideron por siempre jamás convertirse en una mariposa.

sábado, 1 de enero de 2011

La docena de verdes

Hacía tanto que no lo hacía que no sabía cómo empezar. Se sentó y escuchó sin más, sintiendo que todo fluía y al mismo tiempo se apelotonaba en su corazón formando un inmenso nudo. Cómo todo podía ser tan distinto y tan igual al mismo tiempo. Todo acababa y todo volvía a empezar, igual que siempre, como nunca había sido. Intentó guardar toda la esencia en un frasco que se rompió solo al pensarlo, desperdigando sus miles de cristales punzantes por el suelo de la habitación, ávidos de pieses descuidadamente desprotegidos, enseñando sus durezas a la noche, vieja y cansada. Hacía tanto que no lo hacía que lo dejó de hacer, dejando pasar el tiempo, haciendo del hacía un poco más largo, dando origen a una futura frustración. Así la pescadilla se mordió la cola, el perro, el rabo, y el gato se quedó sentado inspirando pasotismo, con sus bigotes al aire, sus uñas escondidas y su ego adormecido. Todo empieza y todo acaba entre estruendosos ruidos, luces brillantes y una docena de dulces y esperanzantes ideas verdes, que no pervertidas.